Al alba, el vientecillo que acompaña en el paseo marítimo de Peñíscola (Avenida del papa Luna) mientras unos pasean y otros se esfuerzan en correr-tal vez como preparación de alguna carrera popular- contribuye a amansar las temperaturas extremas que este verano se han dado cita, incluso, en la costa mediterránea. El mar calmo se alía a la placidez con que lo miramos para atraernos la lejanía que se confunde.
Días dichosos sin que te golpeen las vicisitudes consuetudinarias con que nos topamos en los días de trabajo. No es una estampa para la eternidad sino la necesidad humana después del esfuerzo. Cuerpo y espíritu, al uníseno, amplían otras formas de vivencia que nos activan. Es la alegría, la dicha, el sosiego. El sentirse paradisíaco. Me viene a la memoria el verso final del famoso soneto de Blanco White, «If light can thus deceive, wherefore nor life?» que leí hace muchos años, pero que todavía pervive por la magistral relación que realiza entre la Night and Death, que así se titula el soneto dedicado a S. T. Coleridge. En el verso citado nos recuerda cómo la luz es maestra, nos guía; pero la vida lo amplía todo. La dualidad luz-vida como símbolo del conocimiento, como instante que debemos aprovechar; ser nosotros porque el mañana no está escrito. La expresión «Weak man» con que comienza el verso anterior es un reflejo de la debilidad humana ante la existencia.
