En café literario; un domingo sobre las 15,30 horas. Me llamó la atención que dos hombres de mediana edad entraran hablando en alto y prosiguieran sentados; parte de la conversación, desde que llegaron, se deslizó sobre Galdós.
– «Como te decía, este año se celebra el centenario de la muerte de Galdós, uno de los grandes universales; no lo digo yo, sino hasta los ingleses, fíjate bien los ingleses…; nosotros desdeñamos a los genios; es el sino nuestro. Para la posteridad: Galdós es una gloria nacional; quédate con la expresión en la memoria. Cuando terminemos de tomar el café te voy a llevar a la calle Hilarión Eslava donde murió, está a un tiro de piedra de aquí. ¿Sabes quién le atendió en las ultimas horas? Otro portento español: Gregorio Marañón. Ya te diré quién fue».
-No conocía estos cafés; cada uno con lo suyo; escribiendo, leyendo; somos los únicos que hablamos, tal vez, nos escuchen. No sé, habla bajo.
-Ahora, están de moda. ¡Cómo se nota que eres provinciano! A lo nuestro, venga, vamos a la calle Hilarión Eslava. Hace tiempo que no paso por ahí; leemos la lápida y nos fotografiamos para que tengas un recuerdo y te inicies en la lectura galdosiana y lo extiendas en tu pueblo.
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