En realidad, el título del curso fue «Saber escribir: de la literatura al periodismo digital (Miguel Hernández en el 75 aniversario de su muerte)». Así fue el título del curso, por tanto dejo la incorrección lingüística, tan propia hoy en títulos y, sobre todo, en informaciones en casi todos lo organismos públicos; necesitamos filólogos activos, y esto no es ser purista sino acatar normas emanadas de la R.A.E., que para eso está y mantenemos, bien es cierto con más bien poco.
Este año los cursos de verano de la Universidad Complutense se celebran solo en un ámbito universitario, en la Universidad María Cristina de San Lorenzo de El Escorial. Lo más sorprendente es que vamos a menos en cuanto a las personas que asisten, al menos del 3 al 7 de julio de 2017. El hecho de que las becas ya no son aquellas, en las que incluía todo, pueda que influya; pero, también, quizá, la cuantía de los cursos sea alta para los tiempos que corren.
Me encantó la salutación-charla de Jesucristo Riquelme, adalid de la obra hernandiana, sobre todo del teatro-quizá lo negativo fuera que lo suyo no es declamar, tal vez porque la voz no le acompañara ese día- en lo demás estuvo sublime, sobre todo en el conocimiento y la palabra exacta, que no es tan común en los cursos de verano; claro, y no leyó; esto de por sí es novedoso; felicitaciones mil. Deslindó lo que algunos no quieren entender, la poética erótica de la carnal; sin duda, el poeta se decanta por esta; pero canta la erótica al no poseer aquella.
Jesucristo Riquelme se introdujo por la tríada «viento divino», «viento del pueblo», «viento huracanado»; aquí vimos al gran Miguel; sin olvidarnos de la hondura de Perito en lunas como ruptura, irreverencia, ludismo, vanguardia con el estandarte gongorino.
El otro escritor invitado con renombre fue José Luis Ferris si bien estuvo rayando la perfección en su conferencia y más en su declamación, solo dedicó unos veinte minutos al tema propuesto: «Las relaciones del poeta con la Generación de 27». En el debate posterior, desentonó la secretaria.
El curso se presentó con arrogancia: «Seremos gargantas que proclamen a los vientos las figuras de los genios que leemos para aprender sus periodismos y sus literaturas». Percibí que lo de periodismo-literatura fue como un añadido, sobre todo el último día; fue para cubrir el curso, lo más simple sin que se aportaran ideas de sus inicios, su desarrollo, lo que es hoy o lo que puede ser mañana, y sobre todo por qué es un género; las ideas que han vertido los periodistas-académicos desde el siglo XIX hasta los dos últimos que representan dos tipos de periodismo. Aquí, la Academia estuvo atenta en la elección.