Meléndez Valdés: un poeta extremeño de la llamada escuela salmantina
A estas alturas no es exagerado mantener que Menéndez Valdés es el poeta por excelencia de la lírica del siglo XVIII; sin echar en saco roto su prosa ilustrada, en concreto sus Discursos forenses y sus Epístolas; pero, quizá se ha ido lejos cuando es comparado con el gran Lope de Vega; al contrario se vale de él para escribir los romances, hay como una cierta similitud, el recuerdo de Marta de Nevares es plausible. Difícil es mantener que Juan Ramón Jíménez también aletea en sus versos; otra cosa sería si se recurre a Garcilaso de la Vega o a Fernando de Herrera; a este pedestal sí se le puede aupar. Bien es cierto que Meléndez Valdés estaría en lo que se ha denominado la lírica ilustrada como mirador, que no es poco. No es bueno encumbrarlo en demasía si luego los lectores no lo perciben.
En la edición de sus Poesías de 1820-en la imprenta Real de Madrid-, lo primero que lees: “Don Juan Meléndez Valdés. Fiscal que fue de la sala de Alcaldes de Casa y Corte, e individuo de las Reales Academias Española y de S. Fernando”. Y a continuación la poesía “A mis lectores” (….”En ellos coronado / de rosas y alelíes, / entre risas y versos / menudeo los brindis /. En coros las muchachas / se juntan por oírme; y al punto mis cantares / con nuevo ardor repiten”). Estos cantares están impregnados de bucolismo, sensualidad, sentimentalismo, filosofía, lo anacreóntico y una cierta-aunque sea tangencialmente- moralidad. Detrás están los Tibulo, Horacio, Virgilio, Ovidio, Catulo, Propercio, etc.
Dicho por el poeta, uno de sus temas preferidos es la naturaleza-no sé si real o idealizada-, tal vez esta predomine más como anhelo (“En mis poesías agradables he procurado imitar a la naturaleza y hermosearla, siguiendo las huellas de la docta antigüedad, donde vemos a cada paso tan bellas y acabadas imágenes”).
Me permito agavillar su obra por si algún avezado lector se acerca a leerla aunque sea por curiosidad. Odas anacreónticas, La inconstancia. Odas a Lisi, La paloma de Filis, Galatea o la ilusión del canto, Letrillas, Idilios, Endechas, Los besos de amor, Romances, Misceláneas de versos menores, Traducciones de Horacio, Sonetos, Elegías, Silvas, Églogas, Odas, Epístolas, Poesía épica: La caída de Luzbel, Traducciones: Ilíada, Eneida. Poesía dramática: Las bodas de Camacho ( se representó en el teatro de la Cruz de Madrid). Obras en prosa: Discursos forenses, Epistolario, Cartas turcas, Expediente relativo a la reunión de los Hospitales de Ávila, Oficios y documentos varios. Discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua (“colocándome entre sus individuos de número”).
Coda. Nace en Ribera del Fresno (Badajoz) el 11 de marzo de 1754 y muere en Montpellier en 1817. Sus restos reposan en el Panteón de Hombres Ilustres del cementerio de san Justo de Madrid.
Su entrada en el Parnaso fue con la égloga Batilo (1780), que fue premiada por la Academia de la Lengua. Leyó su discurso el 11 de septiembre de 1810 en la Real Academia de la Lengua.