Me sienta mal que el teatro haya subido tanto; pero otros manifiestan, y con razón, que más ha subido la luz, ¡que adónde vamos a parar! Conocedor de ambos aspectos nos dimos cita para asistir a una de las obras cumbres, al menos del teatro español, y quizá la más significativa de García Lorca.
La Casa de Bernarda Alba es la última obra dramática de Federico García Lorca. Fue escrita en la primavera de 1936, dos meses antes de la muerte del poeta. Se trata de la obra culminante de su teatro. Es llamativa la última palabra con que termina la obra: “silencio”. Es el final de un poeta y de una dramaturgia. Recordemos que la obra también comienza con la misma palabra: ¡silencio!
Hay que oponerse con todas las fuerzas que podamos a ese silencio. Hay que decir «no», hay que rebelarse. La mujer no puede aceptar una venda en los ojos, no puede permanecer horizontal, sedente y encima silenciosa. Tiene que salir a la calle, estar de pie, exigir el mismo plano, el mismo derecho que los demás, liberarse de cualquier atadura, ser ella.
El tema clave es el enfrentamiento entre una moral autoritaria, rígida, convencional y el deseo de libertad. Es la tragedia de la soledad de la mujer y, por extensión, de todo ser humano. La oposición se plantea desde el comienzo en que Bernarda intenta imponer sus normas opresivas basándose en la autoridad que le confiere el ser la cabeza de familia. Adela y Mª Josefa intentan rebelarse, en tanto que las demás hijas se someten a la tiranía de la madre. El tiempo en que Adela recupera su libertad al romper el bastón de su madre es efímero; su posterior suicidio impone un nuevo triunfo de la dominación de Bernarda sobre el resto de las hijas.
Uno de los temas secundarios de la obra es la hipocresía, la importancia que se da al qué dirán. Esta preocupación por las apariencias se refleja desde el principio en la obsesión de Bernarda por la limpieza, o en el miedo por la murmuración. La última intervención de Bernarda, que cierra la obra, es bien expresiva de la voluntad de fingir que domina su temperamento. Otros temas recurrentes son el odio y la envidia que dominan las relaciones humanas, la marginación de la mujer en la sociedad, la importancia de la honra, etc. Toda esta “constelación de temas” aparece perfectamente encarnada en unos personajes y en el ambiente que les rodea.
Bernarda es el personaje central , se caracteriza por ser autoritaria, orgullosa, clasista, agresiva, hipócrita e intransigente. Sus relaciones con las criadas y vecinas están dominadas por el odio. El autoritarismo y la rigidez son conductas habituales en su relación con sus hijas. La Poncia posee algunos rasgos similares a los de su señora: vive preocupada por el honor y el qué dirán. A pesar de ser criada se muestra provocativa con su señora. El perfil de las hijas es muy variado. Angustias, la mayor, es fea, vieja, e ingenua. Amelia y Magdalena son las más sumisas. Martirio encarna el resentimiento y el odio, en tanto que Adela simboliza la fuerza de la pasión amorosa y el deseo rebelde de libertad. Otros personajes son Mª Josefa, en cuyas palabras se juntan locura, verdad y poesía, y realiza unas intervenciones que tienen como efecto agrandar líricamente los problemas centrales.
La Casa de Bernarda Alba presenta una estructura tradicional de tres actos que se corresponde con el esquema clásico de presentación, nudo y desenlace.Toda la obra se desarrolla en el interior de la casa de Bernarda. Frente al mundo interior de la casa existe el mundo exterior. Son dos mundos enfrentados simbólicamente. El espacio cerrado es el lugar en el que las hijas de Bernarda se ven obligadas a vivir recluidas. Por ello la casa recibe diversas denominaciones peyorativas (infierno, presidio…). El espacio cerrado de la casa se opone al deseo de libertad y de amor que sienten las hijas de Bernarda. El mundo exterior es el espacio no visible en el que transcurren los hechos más importantes: los encuentros entre Pepe y Angustias, el suicidio de Adela…
Dentro del estilo de Lorca encontramos la exageración en la descripción de los caracteres, las metáforas e imágenes que incorporan los personajes al hablar. Todo ello indica la aproximación de la realidad a través de la poesía. El lenguaje poético está integrado en la obra de forma natural y junto a él perviven los vulgarismos, insultos, maldiciones, refranes, frases hechas…, propios del lenguaje popular. Diálogo ágil, ritmo vivo, penetrante, lleno de imágenes. Las acotaciones cobran una significación especial para entender el texto. La fuerza de las admiraciones son necesarias sobre todo para dar lucidez al texto.
La Casa de Bernarda Alba es el máximo ejemplo del mundo dramático y la concepción teatral de García Lorca. En ella rebosan sus obsesiones y los temas más profundos. De acuerdo con las ideas del último Lorca, resaltan los asuntos sociales. Pero, por encima de todo, la obra se ajusta a la perfección; a aquella concepción del teatro como “poesía que se levanta del libro y se hace humana”, y “habla y grita, llora y se desespera”; encarnada en unos personajes vestidos “con un traje de poesía” y a los que vemos, a la vez, “los huesos, la sangre”.
Visión personal. Sin duda estamos ante una obra en la que se desprende un mensaje crítico muy claro hacia una sociedad represora e hipócrita. Por encima de todo subyace una visión trágica de la vida, siempre abocada a la soledad y a la muerte. Parece como si la fatalidad, la fuerza del destino fueran los estandartes, las señas del ser humano. Lógicamente contra eso debe ir la persona porque la libertad es un don precioso. De ahí la fuerza de Adela para no someterse a la tiranía de Bernarda. En fin, Bernarda significa la ley del más fuerte. Es el conflicto también entre la libertad y la autoridad; la pasión y el odio se dan cita sin que se vislumbre un camino que satisfaga a todos. El destino es el que suele destruirnos, al igual que lo hace con esas mujeres enlutadas. En este sentido me recuerda otra obra de Pérez Galdós en la que también aparece el carácter autoritario; me estoy refiriendo a Doña Perfecta, que Lorca admiraba.
La casa de Bernarda Alba no es ajena a las dos fuerzas que pululan por todo el teatro de Lorca: el principio de libertad y el principio de autoridad. Pero, además, de estas dos fuerzas en La casa de Bernarda Alba, como en el resto de su producción, encontramos la esencia de un buen dramaturgo, que no es otra que la de poeta. Todo su teatro está revestido de poesía. Y finalmente, una gran virtud: supo como nadie comunicarse con todos porque enhebró lo popular con lo más humano.