La alegre mañana nos invita a la relajación corporal que se percibe en los rostros radientes de los corredores un otoño más; los saludos sinceros entre unos/as y otros hacen que el vientecillo traiga notas musicales; la novedad con el resto de universidades estriba en que participan un puñado de niños/as después de la carrera de los mayores. En realidiad, son más que un puñado; son cuatro tipos (peques 2, peques 3, peques 4, peque 5). Son la savia del mañana. Estamos casi a los pies de la sierra madrileña con vistas a San Lorenzo de El Escorial. A las doce ya tenemos un sol radiante con 20 grados; parece un día primaveral.
A las doce horas era el inicio de las universitarias, pero el «speaker», con buen criterio, anunció que íbamos a afrecer un minuto de silencio por la víctimas, por la tragedia de Lampedusa. Fue impresionante, solo se oía la cascada de la fuente que estaba a nuestras espaldas; un aplauso coronó el silencio sepulcral. Después, la salida de las mujeres; el «speaker» con una dicción perfecta tanto en castellano como en inglés (para animar a la Profesora asistente de inglés, supongo que de la universidad) conmovía con la palabra y la música; la inicial de la carrera fue la canción ganadora de eurovisión de 2012 «Euphoria» de Suecia; la voz de Loreen entusiasmó; daban ganas de salir al centro del circuito y bailar. En mi caso me vino a la mente la carrera de Göteborg (Suecia) en la que ya estoy inscrito para mayo de 2014.
Al igual que el cross de Comillas, ha estado muy bien organizado; mis sinceras felicitaciones para ese puñado de jóvenes tan atentos y serviciales en todo momento; y cómo no, también por el esmero, el cuidado de las instalaciones y todo el campus; parecía un vergel. Corrimos entre carrascos-encinas con bellotas a borbotones, con madroñeras, retamas, pasto, etc. Hay una cuesta que tuvimos que recorrer dos veces que el primer año la bauticé como un «vía crucis» por su dureza. Con la esperanza y la alegría de volver el próximo año.
