Diversos nombres han recibido los poetas que nacieron entre 1891 y 1905. No voy a entrar en las varias teorías que pululan sobre cómo denominar a esta etapa esplendorosa. La más acuñada ha sido Generación del 27, aunque hoy también reciba la de grupo. Tampoco entraré en el último ensayo publicado por el profesor jiennense Bernal sobre La invención de la Generación del 27 (2011), sobre su mitificación como prefieren la gran mayoría, o que el primero que hizo referencia como «Generación del 27» fue J. Chabás en 1944 en Nueva historia de la literatura española, publicada en La Habana; ni en lo que atestigua Díez de Revenga al recordarnos que el sintagma completo quien lo difunde es Valbuena Prat en su Historia de la literatura en 1957; tampoco en el artículo de Dámaso Alonso titulado «Una generación poética 1900-1936 en la revista Finisterre, en marzo de 1948, que luego se recogería en el libro Poetas españoles contemporáneos, en 1952, en Gredos. Pero sí resaltar que esta pléyade de poetas es conocida por el acto celebrado en 1927 en el Ateneo de Sevilla para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Góngora, inmortalizado con una fotografía en la que podemos ver a Dámaso Alonso (“se depositó sobre las sienes ruborosas de Dámaso Alonso una auténtica corona de laurel”), García Lorca, Gerardo Diego, Jorge Guillén y Alberti. Después se unirían Vicente Alexandre, Luis Cernuda, Pedro Salinas, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados. En el número uno de la revista Verso y Prosa aparece por vez primera los que conforman «La Generación».
Los poetas tuvieron conciencia del momento en que vivían, pero admitieron el magisterio de Juan Ramón Jiménez y las influencias de los Cancioneros, el Romancero, Juan del Encina, Gil Vicente, Manrique, Garcilaso, San Juan de la Cruz, Fray Luis, Lope de Vega, Góngora, Bécquer, Machado, Rubén Darío, el poeta francés Valery o el anglosajón T. S. Eliot. Los inicios poéticos estuvieron marcados por Juan Ramón Jiménez y Bécquer; es lo que la crítica ha denominado “la poesía pura” (Es lo que inmortalizó León Felipe en sus versos “Aventad las palabras, / y si después queda algo todavía, / eso / será la poesía”).
Un segundo momento es cuando se unen al movimiento surrealista y propenden a preguntarse por las inquietudes que rodean a las personas ante la existencia, el amor, el ansia de realizarse; la humanización de la poesía es cada vez mayor. Algunos, como Alberti, Cernuda y García Lorca, se decantan, aún más, por una literatura social. Incluso el poeta gaditano y Cernuda van más lejos y adoptan un compromiso político concreto. Resaltemos que también Pablo Neruda coadyuvó a esta poesía con su “Manifiesto por una poesía impura”. No podemos olvidar a los exiliados como consecuencia de la guerra; en su poesía late un humanismo angustiado y solidaridad. La revista Ínsula servirá de puente entre los que se quedaron (Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre) y los exilados.
Hay dos palabras que tenemos que evocar cuando nos referimos a este grupo que son tradición y vanguardia. Todos están inmersos entre los dos conceptos. Se asentaron en la tradición para constituir la renovación de la poesía española que es el escaparate de la llamada “Generación del27”. La crítica ha enmarcado este momento estelar en tres etapas: inicial (lírica popular, poesía tradicional, hasta 1929); existencial-humanística (social, surrealista, 1929-1936); exilio (muerte, angustia, de 1939 en adelante)
Para cualquier lector/a al nombrar a cada uno de los poetas, inmediatamente, les tiene que venir al conocimiento su obra cumbre. Si hablamos de Dámaso Alonso, Hijos de la ira; de Pedro Salinas, La voz a ti debida, Razón de amor; de García Lorca, Romancero gitano, Poema del cante jondo, Sonetos del amor oscuro (póstuma); de Alberti, Marinero en tierra, Sobre los ángeles; de Vicente Alexandre, Sombra del paraíso, Diálogos del conocimiento; Gerardo Diego, Versos humanos, Alondra de verdad; Jorge Guillén, Cántico; Cernuda, Donde habite el olvido. También parte de la crítica añaden a Manuel Altolaguirre, Las islas invitadas y otros poemas, La lenta libertad; Luis Prados, Cancionero del pan y del pescado, Llanto de octubre. Los temas que subyacen son el amor, el compromino, la naturaleza, la ciudad, que son en sí recurrentes.
Escribir de la Generación o grupo es nombrar también el horno en el que publicaron sus poesías; me estoy refiriendo a las revistas poéticas Litoral. La Gaceta Literaria, Carmen, Lola, Revista de Occidente, Cruz y raya, Caballo verde para la poesía, Verso y prosa, entre otras.