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El nuevo lector: de la narrativa romántica al realismo en Europa 4

El siglo XIX es el siglo de la novela literariamente sin que tengamos un resquicio para la duda. En el campo político-económico serán la burguesía y la revolución industrial los que predominen. Como consecuencia de esta nueva sociedad surgen otras formas de literatura. La literatura rusa consigue situarse, bien entrado el siglo XIX, a la cabeza de este género. Sin duda el carisma de FEDOR MIKAILOVICH DOSTOIEVSKI, Moscú, (1821-1881) no sólo alumbró al pueblo ruso sino que traspasó las fronteras y se convirtió en uno de los precursores de la crisis del hombre que nos llevará a los «conflictos religiosos y existenciales a principios de siglo».

El entorno que le tocó vivir corresponde al mandato de Nicolás I (1825-1855) -considerado como déspota- y Alejandro II (1855-1881) cuya impronta fue más tolerante. En el terreno ideológico se debatía entre corrientes progresistas y tradicionales. Dostoievski se centra, en un primer momento, en los círculos revolucionarios y, en 1849, es detenido y condenado a muerte. A última hora -ya ante el pelotón de ejecución- fue indultado y conmutada la pena por el destierro a Siberia. A los cuatro años de trabajos forzados se alista en el ejército. En el año 1859 se le autoriza el regreso a Rusia y se instala en San Petersburgo. 

Literariamente se decanta por el compromiso con el hombre como sustrato de todo acontecimiento. Su sensibilidad social le lleva a gritar contra las injusticias y abanderar a los desheredados, a los débiles y, en general, a los que no tienen voz. En su novela podemos observar un triple aspecto: lo sicológico, lo ideológico y lo social. Con razón al escritor ruso se le ha considerado como un maestro de la novela sicológica. No se queda en la mera descripción del personaje sino que se adentra en los entresijos del alma humana hasta conseguir lo más recóndito de las personas; se valió del comportamiento, del retrato y, sobre todo, del inconsciente. No en vano Nietzsche escribió que fue el único que le había enseñado algo de sicología.

Al novelista ruso le gustaba libar en el corazón del hombre; por eso se le ha considerado el artífice de la novela sicológica. El punto de vista ideológico lo incardina en lo filosófico, de ahí que parte de la crítica hable de «novelas de ideas» cuando se refieren al mundo creado por Dostoievski. Socialmente en sus novelas observamos un completo análisis de los estratos  de la sociedad; desde los más bajos a los más altos. En ellos podemos observar una visión completa de Rusia. Su realismo va más allá que el europeo. El novelista ruso no se queda en el puro realismo. Su realidad es mucho más compleja, y, al mismo tiempo se enhebra de fantasía.

Su religiosidad le crea terribles problemas de conciencia. Defendía una vuelta a la mística evangélica. Romano Guardine en El Universo religioso escribe que «el pueblo de Dostoievski sufre horriblemente. Toda su existencia está marcada con el signo del dolor. Este dolor, empero, se considera como la voluntad de Dios y como tal se lo soporta». Parece como si el mundo dependiera totalmente de Dios. A él se entrega . En una de su reflexiones decía: «Me alienta la firme esperanza de que Dios me concederá un día el vigor y la inspiración necesarios para expresar lo que siento; es decir, que podré dar salida a todo el caudal de mi corazón y de mi fantasía».

En cuanto a su obra, desde sus inicios, hallamos una sensibilidad por las capas más bajas de la sociedad. Dato que podemos encontrar en Pobres gentes (1845). Pero el gran escritor ruso aparecerá con la publicación de Apuntes de la casa muerta (1860), en el que aborda las penalidades de su paso por Siberia, y Humillados y ofendidos (1861) donde traza un paralelismo entre la nobleza y las capas más débiles de la sociedad.

Pero, según la crítica más exigente, la cota novelesca de Dostoievski comienza con Crimen y Castigo (1866) en el que narra la historia de un crimen cometido por despotismo, un asesinato sórdido urdido en la fría niebla del delirio, del que se pueden extraer nítidamente, los contornos del rostro de nuestra civilización. Culpa y redención que provoca las culpas de nuestras fibras morales aún hoy, que prosigue con El jugador (1866), El idiota (1867), obra bautizada por algunos como «un Don Quijote divino». Dostoievski cuenta la aventura quijotesca del príncipe Mychkine que es un trasunto de Cristo en la tierra; la novela lleva en sí un mensaje de solidaridad para un mundo huérfano.   El adolescente (1875) y Los hermanos Karamázov (1878-80), última novela que recoge la lucha entre el bien y el mal, el pecado y el arrepentimiento, el amor y el odio.

            LIEV NIKOLAIEVICH TOLSTOI (1828-) Fue el primer escritor ruso leído en España. En su gran novela Ana Karenina (1877) analiza el momento de la prerrevolución; Guerra y Paz (1863-1869); es un estudio de Rusia durante las guerras napoleónicas; no se trataría, por tanto, de una novela sino de un libro como el propio escritor lo definió; en Resurrección aborda sus trabajos desde un plano más sereno.

A Nicolás Gogol  se le ha considerado como el introductor de la novela realista en Rusia. En Almas muertas realiza un estudio de la vida de los campesinos y de los siervos de la Rusia zarista.

            IVÁN S. TURGUENIEV quizá sea el escritor realista ruso más occidentalizado. Pero probablemente sea más conocido por sus cuentos que por sus novelas, en los que se puede observar cómo llega a los estratos más bajos de la sociedad, y sobre todo, la sensibilidad con que describe las costumbres rusas y el entorno. Conoció, sobre todo, a los realistas franceses. La obra que más repercutió en la novela del siglo XIX en Europa fue Padres e hijos (1862).


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