Con la palabra nos expresamos, sentimos, amamos, nos comunicamos y contamos historias; pero, también, sirve para cambiar la realidad cuando manipulamos deliberadamente los significados al transformar el sentido, por lo que podemos imaginar una nueva forma de vida.
La política es muy dada a pintarnos paraísos, a convencer, bien a través de la palabra, bien a través de la publicidad, para que creamos. Se muestran como salvadores de todo. Aparentan ser servidores, pero con el paso del tiempo los tenemos que servir. Se presentan con las palabras más democráticas para el cambio de un régimen, pero, en el fondo, no creen en ellas. En la Historia observamos que hay políticos que subieron al poder por los votos obtenidos de los ciudadanos, y después se convirtieron en Dictadores, o tiranuelos de turno como a mí me gusta denominarlos.
Palabras que han sido manipuladas: libertad y democracia son las más manipuladas. No olvidemos que el hurto de la palabra es un fenómeno lento, progresivo. Admitiendo que es difícil de manipular “libertad” o “democracia”, si las comparamos con la palabra “pueblo”. O cómo lo políticos juegan con el significado de “liberalismo” y libertad” cuando en el fondo son distintas. Los conservadores son muy dados a confundir ambos términos, al menos con los significados que hoy tienen, sobre todo el término liberal.
Una palabra que cambia de significado, se la manipula dependiendo quien la pronuncie, es “justicia”. ¿De qué justicia se habla? Esta palabra se presta a múltiples definiciones, y, a veces, antitéticas. Pero, de la misma forma podemos hablar de la palabra “belleza”, sobre todo, si la encasillamos con una norma. La belleza no solo es un ornamento, es una categoría moral.
El periodismo no es ajeno a la manipulación; es más, quizá sea, donde más se ha manipulado, aunque también ha servido para señalar a los manipuladores. Si comparamos los medios de comunicación españoles es muy fácil observar la manipulación descarada en lo económico, claro y en lo político. A veces, dan ganas de apagar la radio o no leer el periódico. De la televisión, mejor aparcarla.