La poesía de William Wordsworth
La palabra empeñada
No sé si en otra época los sonetos de Shakespeare en España fueron tan leídos como ahora; o, al menos, editados. En mis manos una nueva edición de la editorial Acantilado, 2013, basada en Shakespeares Sonnets: never before Imprented de Thomas Thorpe (15691635); en concreto del año 1609.
La primera mención de la que tenemos noticia es de 1598 en el Palladis Tamia, sutitled Wits Treasvery que circularon en copias manuscritas «among his private friend»; después en 1959, algunos sonetos salieron en The Passionate Pilgrim. Pero es en 1609 como apunta el editor cuando aparece por vez primera la edición completa con 154 sonetos. En la página siguiente se puede leer A lovers Complaint.
No estaría de más recordar que Wordsworth en el prefacio de sus Lyrical Ballads, with a few other poems esmaltó la brillante expresión: «Wiith this same key / Shakespeare unlocked his heart». Esa es la gran verdad; la dualidad belleza-sentimiento como inherente al ser humano. ¿Por qué importa tanto saber el nombre de la belleza morena que entregó su corazón a Will y este ardió en amores? («This will I swear beauty herself is black / and all they foul that thy complexion lack»)¿Por qué nos llama la atención que ella era casada?, ¿o es que el amor no puede llegar en ese estado? ( «In loving thee thou know´st I am forsworn, / But thou art twice forsworn, to me love swearing, In act thy bed-vow broke and new faith torn, / In vowing new hat after new love bearing»).
No sabemos si Shakespeare quiso que estos sonetos se hicieran públicos; el carácter de personal se trasluce con una mera lectura en la que percibimos una amistad profunda por un joven de extrema belleza, pero también la pasión amorosa por una mujer, que cae en brazos del amigo; como siempre ocurre, el amor nunca dice basta, pero trae también desolación. La pregunta retórica para quién escribe el autor, poco importa, pero, desde luego, subyace algo más que una desbordada imaginación, no todo puede ser ficción. La exaltación es tal del joven que nos llega a decantarnos por lo pasional. Son 126 sonetos incardinados de hermosura; bien es cierto que quedan 26 a una mujer henchida de belleza pagana; los otros dos permanecen en el aire. Para componer de tal forma se necesita amar hasta el límite, hasta la transgresión. Los dedicados a la mujer son atronadores, inmensos, pero también rompedores ante el sufrimiento.
No podemos olvidar que estamos al final del Renacimiento italiano en el resto de Europa, que Shakespeare coadyuvó a extender con Venus and Adonis, The rape of Lucrece, The phoenix and turtle.