Hoy, 22 de febrero de 1939, hace 75 años que murió A. Machado. El mejor homenaje es que leamos su poesía, su teatro o su crítica periodística, y dejemos de decir chascarillos que en nada contribuyen a su mensaje, sobre todo en la casa de Segovia en la que se hospedó; es aquí en donde debemos extender su obra.
Dos de los versos que siempre me conmueven son los últimos de la carta poemática que dirije a su amigo José María Palacio: «En una tarde azul, sube al Espino, / al alto Espino donde está su tierra…». Estos puntos suspensivos son emocionantes, detrás de ellos está su «leonorcica del alma»; fue un hombre afortunado-amó y fue amado- y por eso lo ventea. Leonor fue su voz, la memoria y todo su ser. Es el yo y el tú unidos, que es más que una expresión. No pudo soportar su ausencia, de ahí que pidiera traslado a Baeza desde donde recuerda a su mujer en la ya famosa carta; por cierto, el único poema que fecha: 29 de abril de 1913
Hoy, ni El País,- salvo una carta de un profesor- ni su suplumento cultural, Babelia, trae unas líneas para recordar la efeméride.
«La poesía es palabra en el tiempo«, nos dejó escrito.