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La Gatomaquia. Lope de Vega

«No hay libro de más atrevida invención verbal en nuestra lengua«. Así se expresaba Azorín al leer al más grande entre los grandes, para apostillar que sentía placer con las lecturas del todopoderoso Lope; recordemos la expresión ya eternal: ¡Es Lope!

Hay una tríada en lengua castellana que tenemos que tener siempre presente para partir de algo que nos pertenece: Cervantes, Lope y Galdós.

Casi al final de su vida, por si cupiera alguna duda, vuelve a su pasado para enhebrar un asunto tan tormentoso como es la capacidad de amar que poseía. No es una defensa, es poner su conciencia al día. Convendría leerse antes Novelas a María Leonarda y La Dorotea por si puedan contribuir a comprender mejor el éxito de la obra. La diferencia estriba en que ahora los personajes lo ocupan gatos sobre los tejados de Madrid con nombres: Marramaquiz-el protagonista-, que se enamora de Zapalquilda-loada de los dioses por su belleza- y la aparición de Micifut-que se interpone- y consigue compromiso con Zapalquilda, pero Marramaquiz rapta a Zapalquilda y a continuación empieza la lucha de los gatos. El protagonista muere («Cayó para las guerras y consejos / cayó súbitamente / el gato más discreto y más valiente, / quedando aquel feroz aspecto y bulto / entre las duras rejas insepulto»); y cómo no, faltaba la celebración de las bodas («…y Micifuf, con todos amoroso/ porque le prometieron vasallaje, / hizo luego traer de su bagaje / con mano liberal peces y queso. / Alegre Zapaquilda del suceso, / mudó el pálido luto en rico traje», pág. 264). El casamiento tuvo lugar para lo cual «llamaron un autor de los famosos…»

Hay que reseñar que La Gatomaquia forma parte de las Rimas de Tomé de Burquillos. Una meditación clave de Lope y sus circunstancias; el verso «¿pues qué tengo que hacer, si todo ofende»?, es más que todo lo que le ha sucedido en vida; su recogimiento va unido a los sinsabores que le han hecho mella, la gran mayoría por los envidiosos que, a su vez, se aprovecharon de sus quehaceres. Su maestría verbal-como escribió Azorín- y la introspección que realiza del alma humana lo coronan con los laureles más que merecidos.

Más claridad no se halla en estas siete silvas sobre amores gatunos de lo que ya ha recibido el nombre de epopeya burlesca, como es La Gatomaquia de 2802 versos. No contento Lope, viendo que el protagonista no podía quedar entre tejas lanza un alarido en un soneto desde otra atalaya («no forma estrictamente parte de la Gatomaquia«): «A la sepultura de Marramaquiz, gato famoso. En lengua culta, que es en la que ellos se entienden (» Ploren tu muerte Henares, Tajo, Tormes,, / que el patrio Manzanares que eternizas / lágrimas mestas libará conformes,». ) .

«Críticos y lectores a una hacen por fin justicia al Lope no dramático y se rinden ante esta perla de nuestras letras. España no tiene la Ilíada, pero tiene Gatomaquia«, pág.13. Las conjeturas sobre su datación poco importan, aunque parece que se inclina, según la mayoría de la crítica y la del editor, casi al final de su vida; época con el marbete de «senectute» («los últimos años de vida de Lope, una etapa melancólica en la que las desdichas biográficas y profesionales parecían sucederse…», pág. 17); la inspiración viene recogida de la voz de Tomás de Burguillos: «Y si el divino Homero / cantó con plectro a nadie lisonjero / la Batracomiomaquia, / ¿ por qué no cantaré la Gatomaquia?»; lo primordial, como siempre mantengo, es leerlo.

Quizá convendría comenzar la lectura por la introducción de don Antonio Sánchez Jim-énez, tan perfectiva en los avatares del contexto de la obra como en la maestría con que expone sus argumentos. Y, sin duda, a esto habría que añadir las notas a pie de página de las silvas, llenas de acierto y sabiduría; sin ellas, quizá no entenderíamos del todo la magistral obra lopiana, o por lo menos quien suscribe. Y por si no fuera suficiente, el editor añade «notas complementarias» para clarificar aun más las silvas; una a una desgrana los versos con una quietud y certeza de lo que está escribiendo, así como los dos sonetos que las envuelven; el primero: «De doña Teresa Verecundia al licenciado Tomé de Burguillos», para terminar con «A la sepultura de Marramaquiz», el famoso gato de la Gatomaquia que fue acribillado ( «Un príncipe que andaba / tirando a los vencejos /-¡nunca hubieran nacido / ni el aire tales sustenido! – /le dio un arcabuzazo desde lejos», pág. 264)

Una vez leída la obra, en el fondo, piensas que la expresión ¡Es Lope! permanecerá para siempre; como reseñé, forma parte de esa trilogía española que si hubieran nacido en U. K. formarían parte de la Jerusalén literaria a la que acudirían desde todo el mundo a visitar sus tumbas genuflexos.

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Teatro

Otra vez Lope de Vega en el teatro de la Comedia de Madrid con La dama boba

Otra vez Lope de Vega en el teatro de la Comedia con La dama boba
Nota: me será imposible ir a la representación; quise sacar entrada tres días antes de la primera; pues bien, me dijeron que para todo el tiempo que estará en cartel están agotadas desde hace tiempo, que empezaron a venderlas el 6 de septiembre, y la primera representación fue el 28 de noviembre. Para mí, todo un despropósito, aunque por otra parte, me alegra ya que Lope sigue viviente a pesar de tantas majaderías como algunas veces leemos en los medios escritos, en la radio y la televisión. Como consuelo, releí la obra y escribí lo que viene a continuación.

Quién no recuerda en el bachillerato-si es que fue la literatura como el aire que respiramos- cuando el profesor se dirigía a los alumnos para motivarnos con la expresión lopiana: «Yo he nacido entre dos extremos que son amar y aborrecer. No he tenido medio jamás»; por cierto, sin dictar; por eso cuando llegamos a la universidad se nos «cayó el chumbano» ante tantos apuntes leídos con monotonía aplastante. La ilusión con que llegábamos se desvaneció pronto porque teníamos como base la lectura y el comentario de textos como las formas más gratificantes de la literatura como algo existencial.

En alguna ocasión he manifestado que si Lope de Vega hubiera nacido en Inglaterra estaría enterrado en Westminster Abbey o en el pueblo en que hubiera nacido se iría en peregrinación a su tumba como para convertirse en la “Jerusalén literaria”. Ni los poderes políticos ni eclesiásticos hicieron lo posible para que su tumba permaneciera en la iglesia de San Sebastián de Madrid; sus huesos fueron arrumbrados; algún crítico lo ha definido como sacrilegio.

En el siglo veintiuno, Lope sigue vigente; en estos momentos me viene a la memoria ¡tantas tonterías como he escuchado en la radio, en la televisión y en algunos medios escritos de Lope!, chascarrillos sin más; son personas que no lo han leído y se valen de lo que se dice, pero nunca se acercarán al gran poeta que fue-no olvidemos que fue el padre de «La Generación del 27»-; pero, aquí vale todo menos acercarse al venero literario; y no discrepes porque te crucificarán; pero, al final quedará el gran dramaturgo y poeta que fue. ¿Se puede ser un gran dramaturgo sin ser poeta? Hay dos dramaturgos por encima de todos que han adquirido excelencia: Shakespeare y Lope de Vega. Lope el primer genio escénico del mundo por su poder inmenso de creación. Lo de más son decires sin sustancia; cuentos y más cuentos; y no verán, porque usan anteojeras, un sello de autenticidad; un oráculo de la lengua, un príncipe de los versos,  una interpretación del alma femenina como nadie, «mayor entre los grandes» como ha escrito Montalbán.

Más en concreto, en la obra representada se puede observar la riqueza de recursos-no siempre bien declamados-, como los tercetos, romances, décimas, redondillas que exigen cierta pausa y no  esa prisa a la hora de la representación. Este hecho lo he observado en varias obras que no sé el motivo; la tranquilidad, el sentimiento es también teatro; es más se exige.

El comienzo de la obra nos impresiona con la dualidad sabiduría / ignorancia. Una hija-Nise-: «ama la poesía y el buen decir», la otra-Finea-, ignorante , tosca (no sabe leer).Pero lo que te llena es con la rotunda expresión: «Es que hay poesía en prosa».

Al final, el público supo apreciar los versos de Finea: «Es el gran Lope / la sublime creación / que a nuestra generación / después de tres siglos llega. / Honra, público, el talento / de que inmortal autor, / y solo al refundidor / perdona su atrevimiento».

Que prosiga el teatro clásico es buena señal, es lo que da vida, pensamiento, sabiduría. Pena, que no pueda ver la representación que termina el 30 de diciembre. Esto solo ocurre  con Lope, con el resto siempre hay entradas, que todavía algunos/as no se enteran.