Allá nos dirigimos el 9 de septiembre de 2023 al alba, en este año de gracia, 2023, a recorrer 43 kms. que separan desde la ermita de san Matías en el que los castilblanqueños una vez al año festejan al santo y bajan desde el cerro a dar rienda suelta al cuerpo y al alma. En esta ocasión acompañado de un hijo del –Cuerpo de ingenieros industriales del Estado- y su novia, psicóloga. El recuerdo de tantos/as como han ido desde el medievo a postrarse ante la Virgen de Guadalupe me vienen a la mente, entre otros Cervantes-que denominó en el Persiles y Sigismunda : «la santísima emperadora de los cielos, madre de los huérfanos«-; pero, sobre todo, me revolotea el verso lopiano, no muy lejos de allí: «cifró naturaleza un paraíso…».
En esta Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe-fue coronada el 28 de agosto de 1928 como «Reina de la Hispanidad» por el Papa Pío XI- fueron bautizados los dos primeros indios americanos que acompañaron a Colón tras su segundo viaje de 1498. El fervor lo sentirás cuando vayas subiendo las amplias, empinadas escaleras, antes de pisar el santuario; ya tu mente se ha despojado de todo el materialismo de que estamos hechos después de tantas horas caminando y anhelas entrar purificado en el santuario.

Con ese espíritu juvenil comenzamos, pisada tras pisada, el camino que nos conduce a Guadalupe-en el que nació mi madre-que ya asaltó los cielos– siempre presente en mi corazón por tantas cosas-en mi blog, doy cuenta-, y más hoy en el que el regocijo se apodera de nosotros ante un día espléndido, esmaltado de encinas, castaños, zarzales-con algunas moras que comimos-, robles, jaras, abedules, retamas, alcornoques, encinas (carrascos), hierbas propias de esta Extremadura lejana, pero no sola.

En las extensas dehesas vimos cómo saltaban ciervos; los pájaros, como en un jolgorio celestial se apretaban volando para adornar el campo con ese chirriar perfectivo a los oídos del caminante que anhela y agradece esa sinfonía. Es la alegría de quienes se dirigen casi en silencio hacia una meta espiritual para agradecer ese soplo que de vez en cuando inunda nuestro rostro. Es el diálogo con una paisaje humanizado que nos aviva, que celebramos, ante lo perenne con mirada humana. Es el agradecimiento de la naturaleza que nos invita a proseguir. Es la belleza del arte ante el tiempo que nos avisa; el verso keatsiano «la belleza es verdad, la verdad belleza» se apodera de nosotros en el peregrinaje que emprendimos, rendidos de fe, de esperanza, que no son indiferentes a los problemas que acucian a las personas. Las vivencias nos hacen más cercanos para huir de la inquietud, del cansancio y buscar la luminosidad existencial en medio de esa naturaleza transcendental que te ayuda para llegar al santuario que añoras. Es cuando el alma tiene descanso.

Son ya millones de personas que desde finales del siglo XIII se acercan desde diversos caminos a este pueblo cacereño desde que se erigió un santuario-ermita a la Virgen. Según la tradición es «Reina de todas las Españas» y, por ende, de todas las tierras hispanas, y patrona de Extremadura.

El pueblo permanece firme en lo más alto de un entorno paradisíaco a la vista en lo que se denominan «las Villuercas». Incluso, la leyenda también ha constatado la expresión «Morenita de las Villuercas». Los peregrinos se ufanan de haber estado en este enclave que se columpia con el cielo, como si cielo y tierra se enlazaran. Un monumento que destella y permanece siempre en la mente de las personas que arriban.

No intentes buscar otro mensaje que la transcendencia espiritual que se aposenta en ti cuando ya te vas acercando al monumento y ver en lo alto a la Virgen; después no te vengas sin subir a verla cerquita en su camarino. La entrada en la Basílica y pasar por el claustro para dirigirte a la escalera llena de historia que te conducirá a esa capillita no te costará dinero; no olvides que estos caminos que tanta fama e historia tienen están impregnados de lo espiritual; lo material se inhibe; cuando vuelvas a tu trabajo, a casa, percibirás el humanismo del que estamos hechos. Te sentirás distinto; serás otro/a. Inténtalo. Nosotros nos mantuvimos, en pie, durante nueve horas y media. Fue duro, pero qué delicia, al llegar, se apoderó de nuestro cuerpo. Fue la recompensa, la dicha, la plenitud, ante tanto esfuerzo; como una explosión de eternidad..



Cuando faltaban dos kilómetros, aproximadamente, el entusiasmo casi completo al ver que lo habíamos conseguido, aunque este final fue durísimo. Era la salutación inmensa en nuestro mirar.

Addenda:


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