Teatro

Lope de Vega en el teatro La Comedia de Madrid.El castigo sin venganza

«Yo nací entre dos extremos que son  amar y aborrecer; no he tenido medio jamás».

Otra obra maestra del dramaturgo más grande de la escena española: El castigo sin venganza. Verdadero espejo en el que no queremos vernos.

Cuando Lope está en los teatros existe como un halo, como una alborada de conocimiento, de poesía hecha carne. Vuelve en este final de año el mejor dramaturgo español que juntamente con Shakespeare supieron llevar a las tablas la existencia humana con los problemas acuciantes que queremos ver representados; es decir, la sociedad como modelo de arte; uno, con temas nacionales y el otro universales; pero forman un dúo quizá irrepetible en la escena de siempre.

Desde el día 21 de noviembre se está representado en el teatro La Comedia de Madrid El castigo sin venganza. Después, a mediados de febrero, proseguirá en Las Palmas de Gran Canaria, Valladolid, Zaragoza, Logroño, Coruña, Córdoba, Santander, Palma de Mallorca, para terminar en Almagro en julio 2019. El éxito está asegurado como todas las obras que se representan del «Fénix» como acertó con la nombradía Cervantes. Gloria, pues, a una de las voces que los lectores y espectadores han consagrado. Es el teatro verdadero, en el alto nivel poético en el que se funden poesía y realidad. Es el problema de las personas ante la realidad, en ese diálogo y acción que como nadie supo plasmar Lope de Vega; líneas certeras de la dramaturgia. Hay otros cojitrancos en que es difícil hallar la dualidad diálogo-acción; es el teatro imperfecto.

El viernes estuve en la representación-con entradas agotadas- en la que observé un torbellino de pasión, una tragedia de amor. Es el Lope que pone sobre las tablas el proceso de un amor prohibido-  ¿cuándo vamos  a dejar de prohibir lo que la naturaleza nos insta en nombre de nuestra libertad?-; es la antigua leyenda de Fedra, enamorada de su hijastro, que en la obra Lope traza las ideas del honor del siglo («Ay,honor fiero enemigo»). La diferencia estriba con la obra clásica en que en la de Lope hay correspondencia. Cómo amor y libertad se aúnan.

En cuanto a la representación rayó la perfección: ¡admirable!, grandiosa, verdadero portento. No era para menos porque ante Lope hay que arrodillarse. Da pena cuando se oyen chascarrillos sobre su persona; esos son los que denigran sin haberlo visto en escena y menos  que lo hayan leído. La luz hay que ponerla encima del celemín como fue, es y será la del «monstruo de la naturaleza». Así lo entendió el público asistente que, con aplausos atronadores, al final exigió que salieran hasta cinco veces, con siete ¡»bravo!, los que la representaron.