Teatro

El Teatro Español de Madrid. La Historia (1583-2023)

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«Este libro quiere ser un lugar de fácil acceso para la historia del Teatro Español…». Con esta idea comencé a leer todo un tratado más que didáctico del ensayo que acaba de publicarse en la editorial Cátedra dirigido por don Eduardo Pérez-Rasilla (ed.).

Son «los recuerdos de un teatro que permanece», frase que leemos en la última línea y página, después de una agotadora lectura que me ha hecho revivir algunas obras que vi representadas en este teatro mítico de Madrid en pleno centro llamado «barrio de las las letras», muy cerca también del no menos mítico Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid. Espronceda dejó su impronta que llevamos en la frente los socios del Ateneo: «A todos, gloria, tu pendón nos guía, / y a todos nos excita tu deseo: / apellidarse socio ¿ quién no ansía / y con las listas estar del Ateneo?» .

Trece capítulos y presentación conforman la historia del teatro, llamado en su origen «Corral del Príncipe», hasta hoy. La presentación es un diálogo entre la Directora artística del Teatro Español y el editor del volumen. La explicación entre los dos es nítida para acercarse a lo que fue y es el emblemático teatro en la famosa plaza de santa Ana. La «sensación de vértigo» con que es vista y descrita la historia del teatro hace pensar al lector/a que hay muchas cosas que con el paso del tiempo se han perdido-o se han olvidado-, pero que con la investigación desde sus orígenes nos hace hoy rememorar muchos hechos capitales del ya famoso Teatro Español. Y eso es lo que el ensayo pretende: que sea un libro de cabecera para entender y saber todo lo referente a la dramaturgia y su entorno; fijar lo que se ha descubierto. Propalar «una joya que estaba escondida, como en una pirámide». Se apunta que son casi cuatro años de investigación.

Al referirnos a este teatro, una de las representaciones que pervive con ahínco y de más éxito fue la representación de Electra de Pérez Galdós el 30 de enero de 1901. Pérez Rasilla ha rastreado todo lo que supuso el estreno y la importancia del teatro galdosiano anterior a 1939 ya que no estuvo sola esta obra en este período. El célebre estreno supuso un aldabonazo; la obra dramática se convirtió en un referente incluso ya en el ensayo general antes de su estreno como se recoge en La correspondencia de España citada por el editor: «…que Electra me parece no solo el mejor drama de Galdós, sino el mejor drama de todo nuestro teatro contemporáneo, y una de las obras más magistrales que en castellano se escribieron jamás», pág.432.

El frenesí y el entusiasmo se apoderó del público asistente y de la crítica. Resaltemos la del periódico El Dia al día siguiente del estreno: «El ilustre literato que es hoy una legítima gloria nacional, ha hecho más por la causa de la libertad y del progreso en una sola noche que toda una generación durante un cuarto de siglo de esfuerzos inútiles. Toda la prensa fue un clamor a Galdós como maestro literario«. Al final del estudio investigado se nos da cuenta de diversas reposiciones en 1913, 1929, 1937 y 2010, pág. 448.

En realidad, los trece capítulos desde el primero con el título «El corral de comedias del Príncipe» hasta el último «De lo efímero que permanece. Recuerdos del Teatro Español» constituyen un verdadero venero en el que se nos informa de una joya más que literaria que pervive en el corazón de todas las Españas. No hace falta solemnizar las palabras porque cada investigador/a ha sabido adentrarse en un santuario dramático y darnos a conocer hasta la más mínima brizna cultural. Hay hechos concretos que no podemos ladear como aquel 11 de julio de 1802 en que ardió completamente y hubo que reconstruirlo. Se abriría el 25 de agosto de de 1806. Por tanto se tardó cuatro años en la reconstrucción. Antes, llamado «Corral del Príncipe«, en 1744 se acordó la demolición, para construirlo en el mismo solar. Se inauguró en junio de 1745 con el nombre «Coliseo del Príncipe», para más tarde «Teatro Español» con que se conoce hoy. Este telar investigador se puede leer en los dos primeros capítulos, págs. 21 77.

El siglo XIX es recordado con dos adjetivos: «fascinante y abrumador», bien por las obras representadas como por los actores y actrices, teniendo como base no solo la prensa sino también los archivos consultados. En este mismo período la investigación se acerca al «disputado príncipe de los ingenios nacionales» como colofón al gran éxito del Teatro Español que supo mantenerse, incluso, ante las adversidades. Fue «garante de la pervivencia y el remozamiento tanto de los clásicos de los siglos anteriores como de los que ya empezaban a considerarse tales», pág.158.

Del siglo XX,ante la escasa bibliografía, la autora se decanta por los periódicos y revistas de la época para destacar los hechos primordiales. Los vericuetos nos dan ideas más que suficientes para entender unos años capitales en torno al Teatro Español, necesarios para comprender lo nimio y lo grandioso. Más que la voz de la autora, quiere que sea «el eco del pasado quien tome el rumbo para explicar qué pasó realmente…». Es de agradecer que al final de la investigación encontremos un cronograma del teatro.

Particularmente, me he detenido con esmero porque muchas personas hablan de oídas desde que Pérez Galdós es aceptado como director artístico del teatro un 11 de julio de 1912 a propuesta de Madrazo. El escritor canario-madrileño-santanderino pronto se vio envuelto en el posible estreno de El Embrujado en el Teatro Español que Valle-Inclán le pidió con insistencia-no olvidemos que le llamó en varias ocasiones maestro de habla y por escrito-. El escritor gallego no entendió que la empresa tenía más poderío porque, sobremanera, valoraba más los intereses. Ante el hecho de que su obra no se estrenaba, insistió una y otra vez. Cansado fue al Ateneo de Madrid a despotricar y como vino se fue. La autora recoge algunos de los pormenores en la página 177 y siguientes. El primer actor de la compañía dimitió y aludió que «la empresa no le deja estrenar para su beneficio El embrujado de Valle Inclán» ( El Liberal, 24 de febrero de 1913). Ante el enfado del autor gallego, Galdós respondió que «el señor Fuentes expresó su deseo de representar El embrujado, y así se hubiera hecho si Valle-Inclán no pretendiera que la actriz Matilde Moreno fuera sustituida por su esposa». Valle-Inclán no quiso entender las líneas que Matilde Moreno le envió: «en todo negocio teatral tienen que marchar de acuerdo los intereses artísticos y los intereses materiales». Estoy en desacuerdo con que Galdós fuera una marioneta. Galdós era el director artístico, pero primaban los intereses, es decir ganar dinero. Valle-Inclán se molestó porque esperaba una ayuda de Galdós, y eso no se podía hacer, ni siquiera el ayuntamiento pudo porque había un contrato. Cuando quisieron, de nuevo, proponer a Galdós, este no lo aceptó. Seamos serios, si tan buena era la obra El embrujado por qué tardó en estrenarse, y en el fondo Valle-Inclán no solo actuó como prestigio, también por intereses, que esto no se dice. Galdós ha dado prestigio al Teatro Español se mire como se mire. La dirección de Benavente quedó un poco oscura más allá de la certeza o no de lo que ocurrió.

Los siguientes capítulos, desde el sexto, contribuyen de manera certera a la importancia de un teatro y las obras que se representaron y otros hechos para insistir en la importancia del teatro desde la guerra. Así, entre 1936 y 1950 supuso «ruptura y una gran continuidad en el teatro de Madrid». De forma pormenorizada vienen las obras que se representaron por temporada. A partir de 1950 es otro el teatro que acoge el Teatro Español, con especial significación a finales de los años cincuenta, pero es a partir de los años sesenta cuando el vuelco es total tanto del extranjero como del español. Lo estético y lo político se amasa más y los/as espectadores toman conciencia de forma notoria. Las señas de identidad que dejó el teatro en este período siempre reverdecerán; como se destaca: el «talento que entonces se desplegó en todos los ámbitos de la creación escénica», pág.253.

Con el título «Vida desde las cenizas (1979-2022»), la investigación más extensa, comienza con el incendio que destruyó el teatro el 19 de octubre de 1975, que «durmió algo más de cuatro años»; son años en los que no hubo certezas para una pronta recuperación, aunque ya el cambio socio-político llamaba a la puerta; eran muchas cosas que había que hacer y con otras orientaciones. Las elecciones de 1979 contribuyeron a otras formas y en este momento se erigió la figura de Tierno Galván como alcalde de Madrid. La cultura se contemplaba desde otro mirador y el teatro no podía quedarse parado. La temporada 1980/1981 fue como una explosión cultural. Destaquemos, entre muchas, cuando llegaron al Teatro Español producciones del Teatre Lliuri de Barcelona en diciembre de 2006. O el estreno de las Naves del Español-antiguo matadero-. Forman parte del Teatro Español, a bastante distancia. El no hay billetes fue una expresión, casi siempre, en ambos sitios. Son muchos aspectos estelares que anidan y que el investigador nos ha otorgado para que nos recreemos con la lectura serena, apacible.

«La huella del Español en la ciudad» contribuye a un conocimiento del entorno en el que está construido «con todo los condicionantes que esto implica»- pág.371-, aunque algunos de los hechos ya han sido rememorados en capítulos anteriores. Se destaca «Corral de comedias», «Coliseo a la italiana», «Incendio y reconstrucción», «Epicentro cultural», etc. Conviene, también, leer una breve estampa del cronista oficial de la Villa siempre tan cercana a los acontecimientos fundamentales. Me ha llamado la atención por su singularidad el hecho de que aun no se ha podido realizar que el tráfico continúe por la puerta del teatro («El tráfico sigue discurriendo…», pág.391). También contribuye a resaltar la zona «un paseo histórico – anecdótico» por sus calles, y cómo no, la majestuosa plaza «Santa Ana» y las tan nombradas por Galdós como «Plaza del Ángel» o «De la Cruz».

Sin lugar para la duda, estamos ante un libro necesario para conocer los pormenores del gran Teatro Español con tantas luces que prosiguen no solo en sus paredes sino en el «miajón» de las obras representadas, hagámoslo posible.


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Pérez Rasilla, E. (ed.), El teatro español de Madrid. La Historia (1583-2023). Madrid, Cátedra, 2023, 464 págs.

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Pérez Galdós

Pérez Galdós » a la par de Cervantes»

Aclaro que «a la par de Cervantes» no es expresión mía sino de Andrés Trapiello, pero que asumo. De estudiante escuché tanto en la Enseñanza Media como en la Universidad «después de Cervantes: Galdós». La he mantenido cuando era necesario en la docencia. No olvidemos que hasta que llega Galdós nadie se preocupó de Cervantes, salvo los ingleses. No se puede dudar que fue un maestro en el mirar la sociedad, en la belleza y en la penuria, y, sobre todo, en haber sabido escuchar las variedades del habla.

La semana pasada publicó en El País semanal Javier Cercas un artículo con el título «Galdós», que leí con atención. Al terminarlo pensé inmediatamente: ¿cómo es posible que un profesor universitario intente despreciar a una gloria nacional valiéndose, ¡qué cosas! de otro artículo de una galdosiana como Almudena Grandes, que vate el récord de lecturas hoy. Por cierto, el otro día estuvo en el Ateneo de Madrid impartiendo una conferencia sobre Galdós y se salió (¡inmensa, impresionante!). A esto hay que añadir que se «apellida socia» en expresión esproncediana.

El profesor comienza su artículo: «Buscaba yo la forma de razonar en esta columna por qué me gusta menos Benito Pérez Galdós…..». Nada que objetar al gusto. Ahora bien, cuando escribe «Galdós, en efecto, se halla en las antípodas de eso». Paré la lectura para coger aire; lo primero, yo prefiero «los antípodas»-lo aprendí en la E.G.B.-. Ya sé que la Academia lo da por aceptable, pero nos insta a que empleemos el masculino. que es la forma correcta. Sr. Cercas, lo de «pensar o no pensar» no siempre ocurre, pero al final es el lector/a el que se decanta por lo que lee, aunque observe la línea del autor. Usted mismo lo hace, en concreto en Anatomía de un instante y en Soldados de Salamina.

Lo que me sacó de quicio: «pueden asimismo aprenderse leyendo libros de historia ( a veces, incluso, un buen manual)». Recapacité y me pregunté, pero ¿este señor habrá leído a Galdós? ¿Qué habrá leído de su inmensa obra (artículos periodísticos, ensayos, cuentos, novelas, cartas, teatro, episodios nacionales)? Incluso estuvo al lado y apoyó revistas modernistas como Electra y Alma española. Su final no se sostiene, casi es un insulto a los millones de lectores de Galdós. La expresión huera, manida «llevados por el celo patriotero» es impropia de un intelectual y menos de un profesor universitario. Ahí estuvo Galdós y estamos sus lectores. Para mí es un insulto ese adjetivo. Por cierto, por lo de «manual» mandé esta carta a El País, que no se publicó: Lo que sí es manualesco: «Fortunata y Jacinta es, tal vez, junto a La Regenta la mejor novela española del siglo XX». Percibo que ha leído poco a Galdós. Como Fortunata tiene por lo menos diez más. Prosiga leyendo y luego escriba.

La contestación ante tanto despropósito vino en el Babelia último con el título «Novelas y doctrinas» del novelista y académico Muñoz Molina, que raudo lo tuitué «urbi et orbi», claro y añadí mi felicitación. Sus ideas conforman el estandarte galdosiano.

No contento el sr. Cercas con el varapalo a una de las tres glorias nacionales (Cervantes, Lope de Vega, Galdós), de inmediato, escribe carta a la directora que pudimos leer «on line» y a la mañana siguiente en papel. Su contestación lo estropea más; yo no veo que lo razone como apunta la carta y menos con «desde Valle-Inclán o Baroja hasta Juan Benet-por mencionar solo escritores españoles-» Me sorprende que usted escriba esto. Valle-Inclán y Baroja aceptaron el magisterio de Galdós. Vamos por parte. Lo de Valle-Inclán. Usted no aporta datos, aunque puede que tenga en mente-como tantos- «don Benito el garbancero» de Luces de Bohemia. A esta expresión recurren siempre los que no leen a Galdós. Valle- Inclán admiraba a Galdós- lo repito: ¡lo admiraba! Aceptó su magisterio- como han escrito quienes le conocieron y críticos como Bermejo Marcos, Fernández Almagro, Iglesias Feijoo, etc. Pero es que la expresión «don Benito el garbancero» es de Darío Gadex, no de Valle-Inlán; eso sí cuatro años después de la muerte de Galdós. De todas formas, no se debe tomar de forma literal el exabrupto (intelligenti pauca).

A pesar de que Valle-Inclán no fue atendido por Galdós en dos ocasiones; la primera, cuando le pide entrar en el teatro como actor: le escribió una carta para que le recomiende a Carmen Cobeña y Emilio Thuiller para que lo incorpore a la compañía. Pero fue Benavente, al enterarse, el que añadió un personaje Teófilo Everit, ejemplo de poeta modernista, a la obra que estaba componiendo La comida de las fieras y actuó. La segunda, lo más conocido: El embrujado. Valle-Inclán le pide a Galdós que haga lo posible para que se estrene su obra después de que las compañías privadas le cerraron las puertas, estamos en 1912. Galdós era el director artístico de El Español. Las compañías tenían entonces un poder enorme; tanto la compañía como Galdós no tuvieron a bien estrenarla por falta de calidad («por su juicio crítico»). Parece que no le faltó razón ya que la obra no tenía la calidad que su autor le suponía. El tiempo le dio la razón. Interesante fueron las conferencias que se desarrollaron en el Ateneo de Madrid acerca de este episodio; pero, en ningún momento, habló mal de Galdós. Antes de escribir (allá va) hay que leer y documentarse.Por si había alguna duda: Valle-Inclán en Cenizas toma como modelo a Galdós, Ibsen y Dumas.

Lo de Baroja es otro cantar. Seamos serios, hasta mi entender, solo se refirió a Galdós en un prólogo a La nave de los héroes, en 1925. Es decir, cinco años después de la muerte de Galdós. en el que atacaba al personaje el «Empecinado» de uno de sus Episodios. De Benet sí-pero no de forma desaforada-, en alguna ocasión, su no simpatía con Galdós, pero en periódicos o tertulias y que conste que he leído a Benet y también escribí en la revista Ínsula acerca de su obra de forma laudatoria y siempre lo expliqué en mis programas docentes cuando no era tan fácil; no sé si todos pueden escribir lo mismo. Aunque sea en los periódicos hay que tener cuidado con lo que se escribe porque detrás hay un mundo que, quizá, se sonroja por tanta frivolidad como creo que el sr. Cercas ha escrito esta semana. Sin duda, tiene todo el derecho a opinar e incluso escribir que no le gusta pero no con argumentos que no se sostienen y menos descalificando a sus lectores.

Coda.La nómina galdosiana es inmensa ( es un poco fuerte, pero el desconocimiento de la obra de Galdós del señor Cercas es sublime, raya lo insólito, al menos por el artículo de El País semanal , y si no es así «perdones mil», quizá tuvo un mal día); pero voy a citar algunos que leyeron y apoyaron con ahínco: Torrente Ballester,Clarín, Max Aub, Jacinto Benavente, Juan Ramón Jiménez, Gregorio Marañón, Antonio Machado, García Lorca, Cernuda, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Américo Castro («no ha habido y no lo hay todavía un novelista español tan grande, tan rico como él, con excepción de Cervantes». Hasta Rafael Aberti en su Arboleda perdida escribe del «grande y popular novelista Benito Pérez Galdós, (…), la del inmenso novelista dejó también en mí sus escondidos hoyos». .

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