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Poesía

Poesía Completa. S.T. Coleridge

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La poesía debe permanecer en el candelero o si queremos como «el cirio Pascual», y, eso sí, encenderlo cuando se apague o se extinga. Coleridge es de los poetas en lengua inglesa que hay que leer con detenimiento; así como a Shakespeare, Milton, Elizabet Barret, Blake, Emily Brontë, Wordsworth, Keats.

Su espíritu cristiano le hace singular a la hora de enfocar y vivir la poesía como sustento de la alegría y también del sufrimiento. Se agarra sin miramientos, Su búsqueda interior para encontrar a Dios es una constante, Su epitafio lo deja entrever:

¡Tú viajero cristiano, detente, hijo de Dios! / Y lee con ternura. Bajo esta hierba yace / un poeta, o al menos quien tal cosa soñó- / ¡Eleva una oración por Coleridge ! / El mismo que durante mucho tiempo / luchó hasta entregar su último aliento / y halló la muerte en vida pueda aquí / hallar su vida ahora! Ten tú misericordia, / bendícelo si puedes- ¡él quiso que la fama / lo perdonara, y esperó en su Cristo! / ¡Ten fe y haz tú lo mismo! El ¡Do thou the same! llega al alma. Su búsqueda espiritual le animó como salvavidas en horas convulsas, esa luz tan necesaria cuando la aridez, la duda constante sin saber qué hacer, quiénes somos, se apoderan de las personas.

Cuando recordamos a Coleridge nos viene a la memoria otro de los grandes poetas ingleses: Wordsworth. Entre los dos se fraguó una amistad sincera aunque discreparan en algunos conceptos. Lo que les unió es la importancia de la poesía en la sociedad humana; la forma puede variar, pero no la sustancia; el ahínco por ella prevalece. Nos legaron sus Baladas líricas, clave para el desarrollo del Romanticismo inglés. Coleridge se asienta en el Evangelio como fuerza, como motor del buen hacer, así como los apóstoles Juan, Pedro, y, claro, Cristo como cabeza redentora y acogedora. Su madurez poética se afianza cada vez más.

La dualidad a que llega la crítica para definir a ambos poetas se cobija en lo sobrenatural para Coleridge y naturaleza para Wordsworth. Sin embargo, este ha llegado más lejos y se le tiene más en cuenta, hasta tal punto que la poesía del siglo XX está «wordsworthizada». Como siempre, la fortaleza anida en la lectura poética que se haga. Para la posteridad, Coleridge nos dejó dos monumentos difícil de ser superados por su arrolladora imaginación Kubla khan y Balada del viejo marinero. También, como gran crítico literario destacó el soneto Night and Death de Blanco White (1775-1841), como el mejor concebido de nuestro idioma (Weak man, why to / shun death this / anxious strife? / if light can thus deceive / wherefore not lif?). Con ambos poetas, la lírica romántica inglesa se vistió de hermosura, aunque, quizá, J. Keats (1795-1821), sea la mejor voz poética del romanticismo inglés porque engrandeció la poesía inglesa de este período; pone la belleza como ideal al sacar el jugo máximo de las palabras.

Queramos o no, el poema que más se recuerda es Kubla Khan; fruto de un sueño producido por el opio. Imágenes extrañas se agolpan en nuestra mente, lo onírico se adueña de todo. El poeta nos adelanta cuándo y cómo lo creó:…»el verano del año 1797, el Autor, aquejado de mala salud, se había retirado a una solitaria granja entre Porlock y Linton…». Cayó en un profundo sueño, y casi la certeza de que había compuesto entre doscientos y trescientos versos, pero al requerirlo alguien que venía de Porlock y charlar durante una hora…, no pudo terminarlo al interrumpirlo bruscamente y se le fue la inspiración. Desde entonces existe la expresión inglesa «Person from Porlock» con ese significado; cuando volvió a coger la pluma se percata de que a excepción de ocho o diez versos e imágenes sueltas se habían desvanecido «como las imágenes en la superficie de una arroyo cuando se arroja una piedra». Al perdurar en su imaginación lo soñado, se propone terminarlo, pero ante la imposibilidad nos lega un fragmento distinto, pero describe «igualmente fiel el sueño del dolor y la enfermedad«. Es el «En Xanadú, Kubla Khan» ….»allí donde el Alfa, el río sagrado, corría / por cavernas inmensurables para el hombre, / hacia un mar sin sol». Con un final esplendoroso donde mana lecha y miel : «Tejed un círculo a su alrededor tres veces, / y cerrad los ojos con temor santo, / pues él se ha alimentado de rocío de miel, / y ha bebido la leche del Paraíso». La lírica romántica está en pie, se sobrepone.

Lo cotidiano y lo divino se amasan para conseguir una poesía que impregne, que llegue a la gran mayoría con la certeza de que se conseguirá el bienestar de las personas; es exactamente lo que se propuso Coleridge. Si hay que aplicarle una palabra es la de SOÑADOR; pero, inmediatamente debemos decir que chocó con la realidad. Se le conoce como el poeta enamorado de lo extraordinario. El que nos transporta a las regiones de lo sobrenatural, el que abandona la realidad que nos envuelve.

Coleridge, S. T., Poesía completa. Madrid, Cátedra, 2024, 622 págs.

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Poesía

Antología poética de W. Wordsworth

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De nuevo tenemos que recurrir a otro estandarte áureo para adentrarse en el paraíso poético. En este caso, Wordsworth, que está en ese ámbito de lo que ya ha recibido el marbete de «Lake Poets¨, juntamente con Coleridge y R. Southey. En otra expresión, el inicio del romanticismo inglés, y Wordsworth está considerado como una de las cimas de ese romanticismo. La poesía como bálsamo; dar «la palabra a la palabra» como nos dejó escrito J. Á. Valente.

Es, otra vez, la emoción hecha carne en sus versos; es el poeta que siente, el que se abraza con la naturaleza-«The calm of Nature with our restless thoughts»-, el que desprende un yo romántico para posteriormente dejarnos su testamento poético; pero no solo se inmiscuye en el entorno, también deja entrever la poesía de otros; digamos que todo ayuda para lanzar una nueva poesía. Un nuevo gozo existencial en sus experiencias vitales. Al lado, también otros poetas engrandecieron la poesía inglesa como Keats, quizá, es la mejor voz poética del romanticismo inglés de este periodo. Su pensamiento estuvo en los parámetros de la virtud, de la conducta. Uno de los axiomas: “La belleza es verdad, la verdad belleza, esto es lo que sabes de la tierra y todo lo que saber necesitas”. Si existe una palabra en la poesía de Coleridge es soñador; es el poeta enamorado de lo extraordinario; el que nos transporta a las regiones utópicas. Tres poetas esenciales en la literatura inglesa. Se puede decir que con la publicación de Lyrical Ballads por Worthwords y Coleridge se inicia un nuevo alborear.

La estructura de esta Antología está bien conseguida, que comprende introducción-necesaria su lectura- una bibliografía más que suficiente, el inmenso poema The ruined cottage, las dos Lyrical Ballads,- la primera de 1798 y la segunda de 1800-, Poems in Two Volumes, Poems After 1807. La introducción termina con la expresión «los lectores tendrán en definitiva la última palabra», pág.123. Sin lugar para la duda, somos los lectores los que hemos dar testimonio de la recepción de la obra literaria porque ya nos pertenece una vez adquirida y leída. Lo primero que leí del poeta fue Tintern Abbey. Me encantó, y ahora, de nuevo, inmerso en estos poemas que te apabullan en este tránsito existencial en el que estamos abocados y en el que solo debes elegir el camino; el poeta te advierte sin más en el que la naturaleza se convierte en tu compañera- y cómo no las lecturas- para que no te desvíes del camino que añoras o quieres recorrer.

No se puede poner en duda, después del esfuerzo, de que «es la más completa antología bilingüe en edición crítica que se ha llevado a cabo en lengua española hasta la fecha», pág. 117; se reconoce la labor de los que le han precedido en verter al castellano la obra del poeta. Lo que no me parece adecuada es la afirmación » la todavía extensa laguna en lo que respecta a su conocimiento», pág.118; aunque sí, en que es «uno de los grandes poetas de todos los tiempos». Tal vez se ha ido demasiado lejos cuando se escribe: » viene siendo considerado el tercer componente de una gloriosa trinidad constituida por Shakespeare, Milton y el «padre de la poesía romántica»; en esta tríada también hay que añadir a Keats, «aquí yace/ uno / cuyo nombre fue escrito en agua», como reza en su tumba; también a mí me lo parece como a parte de la crítica más exigente, claro sin quitar un ápice a Wordsworth. Bien es cierto que el editor tiene palabras elogiosas al referirse a Keats: «uno de los más grandes artífices de la palabra en lengua inglesa», pag. 77.

Es notorio la universalidad de Wordsworth. No sé si se ha ido demasiado lejos cuando Gonzalo Torné manifiesta: «de manera que cualquiera que escribe o lee poesía, lo sepa o no, la lee y la escribe wordsworthizada». Y Chesterton «nos asegura que leerlo se parece a beber al alba, entre montañas, nada menos que una copa de agua». Wordsworth supo aunar la naturaleza como esplendor y la capacidad del poeta para asimilarla y entregarla a sus lectores. De estos se ha recogido incluso que su poesía «les ha sacado de una cárcel oscura y les ha conducido hacia la luz de la liberación».

La grandeza de su imaginación reside en las tantas veces repetida su concepción de la poesía: «Poetry is the first and last of all knowledge; it is as inmortal as the heart of man».

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Wordsworth, W., Antología poética. Madrid, Cátedra, 2021, 732 págs.

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