Anoche estuve en los «teatros Canal» de Madrid para ver la representación ¡Que salga Aristófanes! Como siempre el grupo se esforzó hasta conseguir la perfección en el ritmo, en la musicalidad, en la palabra, en el movimiento, en un escenario desnudo de ornamentos , un teatro basado en la palabra para que los/as espectadores captásemos con claridad lo que proponían. Es decir, un teatro con cimientos del verdadero teatro dramático, del teatro de siempre que Els Joglars ha sabido transportar en estos 60 años; se consideran y son «los herederos de Aristófanes» como pregonan; el teatro hecho arte es la verdadera estampa y así se entendió con los repetidos aplausos con un público entregado, ávidos de certezas aunque fuera con esas sátiras e incluso con utopías llenas de inteligencia.

Sin duda, el público esperaba esa sabiduría con que Els Joglars sabe adentrarse en los problemas cotidianos de las personas; lo sublime de la representación ya lo esperábamos, sobre todo, los que no hemos querido perdernos ninguna de sus obras cuando arriban al «rompeolas de todas las Españas» para ventear la libertad del arte, sobre todo en los tiempos en que es cercenada, arramblada por tantas cosas inanes que conducen a la inquietud, a la amargura. Nos anuncian, nos recuerdan que «veinticinco siglos más tarde, Aristófanes sigue siendo un símbolo libertario con sus risas,, sus críticas y sus fantasías utópicas». Precisamente en estos 60 años han apostado para lanzarnos el grito de la libertad, inherente a las personas; pero, al mismo tiempo decirnos que sin cultura no puede haber libertad.
¡Cuántas verdades encierra ese centro de «Reeducación Psicocultural! en el que es internado un catedrático de clásicas «destituido de la universidad» (el actor añadió de la Complutense) por las secuelas mentales con que ha quedado debido a su cese! La admiración por el mundo clásico hace que se convierta en el mismo Aristófanes, y es aquí donde la dualidad ficción realidad hace que bebamos en ese mundo admirable y recordemos al dramaturgo griego «como modelo de libertad frente a una sociedad cada vez más repleta de tabúes intocables». No dudes en ir a ver esta obra que estará hasta el 6 de marzo. No te arrepentirás. Son ochenta minutos de sabia redentora. Es como la miel de brezo o de encina que cuando la pruebas quieres más y no quieres deshacerte de ella para empaparte de felicidad, de belleza, de existencia.