Otra vez el caminar se hace verdad en esta mañana primaveral que apunta a calurosa en la ciudad universitaria madrileña; el desayuno me espera en la mítica cafetería de la antigua Filosofía y Letras, no sin antes bañarme del aire perfumado que viene de la sierra y el acompañamiento de caras juveniles que buscan un destino, que sueñan, que albergan un espíritu arrollador, cada uno con una dirección a recoger lo sembrado en este segundo día de alborozo por lo que puede representar en sus vidas. La ancha avenida por la que andamos es el cantar de los sentidos en el alma purificadora. El devenir hecho naturaleza que despierta, que clama al uníseno con esta juventud itinerante, como símbolo de ser.
Ayer encontré a una ex alumna que también estaba en la misma sede de selectividad, ya profesora con oposición, que me reconoció después de tantos años. ¿No te acuerdas?, fuiste mi profesor de B.U.P. («mi jovencísimo profesor», insiste). A pesar de los años transcurridos aún conserva la dulzura de su rostro. Me hizo recordar aquellos tiempos.
Observo, hoy, en el aula, más tranquilos a este puñado de jóvenes; a su vez, leo en sus rostros cierto cansancio de haber dormido poco, pero con ánimo para restar un día más a la prueba. Me fijo en la vestimenta, y percibo que vienen más arregladitos que ayer.
No puede haber reproche cuando se han preparado para proseguir en este peregrinaje en el que nos encontramos.
Félix:
El recuerdo es anterior: fuiste mi profesor cuando yo tenía 14 años. Te habría reconocido en cualquier sitio.
Gracias. Ya está corregido el error. Fue en 1º de B.U.P. Con la esperanza de que algún día abras esta página y te conmueva. Un cariñoso saludo para el resto de alumnas si os seguís viendo.