El siglo de las luces: el desarrollo del espíritu crítico
El llamado siglo de las luces, o siglo XVIII, fue un aldabonazo intelectual para superar el fin de la Edad Moderna y adentrarse en la Edad Contemporánea. Supuso una renovación de las ideas, valores, en los que se basaba la sociedad. Hay un hecho que marca este período, y es la Revolución francesa (1789), fue la luz para romper con muchos aspectos para crear otra visión del mundo más crítica y el empleo de la razón como único camino. Se extiende desde Francia por toda Europa (especialmente Inglaterra y Alemania) a lo largo del siglo XVIII.
Una nota destacada es el pensamiento ilustrado que se desvincula del teológico que tanta importancia tuvo en los siglos anteriores. A partir de este momento se dará más importancia a la crítica y a la investigación. Así el espíritu crítico tendrá como base la experiencia y la razón. Se fundan sociedades científicas y academias. Había que distinguir entre la verdad y el error, además de los sentidos como base del conocimiento. Si las personas nos consideramos humanas había que tender a su igualdad, con los mismos derechos y las mismas obligaciones; es el pueblo quien debe elegir a sus gobernantes para que inculquen que el destino del ser humano es la felicidad en la tierra; la transformación de la sociedad era posible, para lo cual había que conocer otras costumbres a través de los viajes y los intercambios; el cosmopolitismo nos acercaría más y mejor. La revolución científica como asidero para todas las ciencias y, sobre todo, para las experimentales. El emperismo como fuente; la idea de que el conocimiento ha de pasar por la experiencia. Son notorios los avances en física y matemáticas; recordemos a Isaac Newton, o al padre del liberalismo económico Adam Smith con su obra La riqueza de las naciones. Influyente en el movimiento filosófico fue E. Kant que aúna las corrientes de pensamiento y aporta un enfoque nuevo. Su lema fue “sapere aude”. El pensamiento ilustrado tendrá una cierta influencia en la independencia de los Estados Unidos (1776) y en las generaciones posteriores.
La enciclopedia francesa (“obra de una sociedad de gentes de Letras”, escribió D´Alembert) quiso amasar todo el saber de la época con el fin de secularizarlo; era una forma de acabar con la ignorancia. Algunos gobiernos adoptaron algunas ideas ilustradas, pero con el lema “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Es lo que se ha llamado el “despotismo ilustrado”. En realidad, el rey mantenía el poder absoluto y el pueblo no tenía capacidad de decisión.
Se percibe mayor tolerancia en el aspecto religioso, pero chocará el poder absoluto con la iglesia, y en algunos países se expulsa a los jesuitas, entre ellos España. Los Estados desean un mayor control; nada se les podía escapar. El absolutismo también debería abarcar a la religión.
En la prosa ilustrada-el peso de las ideas ilustradas está contenido en el género ensayístico-, el precursor fue Montesquieu (1689-1755) con Cartas persas (1721) en las que critica lo absurdo de muchas situaciones de la sociedad francesa que va desgranando con dos personajes imaginarios extranjeros (“Es la manía de los franceses presumir de ingenios, y la manía de los que de ingenios presumen componer libros”). Y el libro que sirvió para las ideas ilustradas fue Espíritu de las leyes 1748, (“El hombre, en cuanto ser físico, está gobernado por leyes inviolables, lo mismo que los demás cuerpos”), en el que expone la separación de poderes ejecutivo, legislativo y judicial, precisamente para evitar el despotismo; pero, bien es cierto que cuando se publicó no se hizo caso; fue precisamente con la Revolución Francesa cuando sirvió como modelo.
Voltaire (1694-1778) fue otro de los precursores del intelectual como conciencia crítica de la sociedad. Sajó con nitidez, con ironía, el fanatismo y los prejuicios. La obra que más ha trascendido es Cándido (1759), un ataque a las ideas del filósofo y matemático Leibnitz. La defensa de la tolerancia religiosa está contenida en Cartas filosóficas. Las obras Zadig, El ingenio contribuirán también al desarrollo de las ideas diciochescas; en la primera para inculcarnos la felicidad humana, y en la segunda para criticar a la sociedad francesa. Estarían en el marco de lo que se denomina novela corta. Diderot (1713-1784) con la obra Pensamientos filosóficos defiende la supremacía de la razón sobre la revelación. En Carta sobre los ciegos analiza que las ideas no son innatas; no han sido puestas por Dios, sino que se van conformando con la experiencia. Hoy día, es más conocido por ser el director de la Enciclopedia (1747), que sirvió para propagar las ideas de la Ilustración por Europa y América, que desembocará en la Revolución Francesa. Su pensamiento está basado en el deísmo, emperismo; pero, al mismo tiempo adopta el escepticismo como base.
D´Alembert (1717-1783) con Discurso preliminar de la Enciclopedia (“Es fácil notar que ciencias y artes se ayudan mutuamente y por tanto hay un vínculo que las une”) intenta organizar la ciencia en filosofía, historia y bellas artes. Para él, la vida moral no depende de la religión; se considera un deísta puro. Sumemos Elementos de filosofía en los que detalla qué camino hay que seguir para el progreso del conocimiento científico. Rousseau (1712-1778) es el más famoso con obras que han traspasado fronteras como Discursos, en los que nos recuerda la importancia del saber y la igualdad entre las personas. El Contrato social en el que ahonda sobre hasta dónde nos puede conducir la deshumanización. Habría que añadir sus dos novelas prerrománticas: Emilio, La nueva Eloísa.
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