Poesía

La poesía de 1939 a los años setenta

Esta poesía está dentro de lo que Dámaso Alonso denominó POESÍA ARRAIGADA Y POESÍA DESARRAIGADA. A la primera corresponden los que prosiguieron la poesía como si no hubiera pasado nada, y se fundaron las revistas Escorial  y Garcilaso para propagar esta poesía. Con la creación de Garcilaso en 1943 aparece el movimiento denominado “Juventud creadora”, expresión que podemos leer en el subtítulo de la revista. El nombre de la revista llevaba implícito la norma clásica. El propósito no fue otro que romper con la libertad creadora de La Generación del 27 y las vanguardias para volver a las formas clásicas, por ejemplo el soneto y otras. La huida del entorno, del desastre de la guerra fue notorio. Vicente Gaos lo llamó como “anacrónica poesía de evasión”.  

Los poetas de esta corriente pretendían no una poesía pura sino humana, aunque la mayoría después se establecieron en una poesía formalista, alejada de la realidad social del país; cayeron en una estética “neoclásica”. Algunos exaltaron el imperio, la patria, la fe, la cruzada. Sobresalieron los temas patrióticos, amorosos y religiosos con expresiones formalistas, militantes, heroica, incluso metafísicas. De este período destaquemos a los poetas Dionisio Ridruejo (Sonetos de piedra, 1943), Luis Rosales (La casa encendida, 1949), García Nieto (Tú y yo sobre la tierra, 1944), Leopoldo Panero (Escrito a cada instante, 1949), Luis Felipe Vivanco (Tiempo de dolor, 1940),  Rafael Morales (Poemas del toro, 1943).

La otra poesía desarraigada ( es un grito desgarrador ante las circunstancias),  la encontramos en las revistas Espadaña, Proel, Corcel, Ínsula. La revista Espadaña renovó la poesía con su rehumanización. Se exigía una lírica más humana, más cercana ante la angustia, la desesperación. Es la poesía existencial, social, muy cercana al gran libro de Dámaso Alonso, Hijos de la ira  (1944) y Sombra del paraíso (1944) de V. Aleixandre. Esta poesía iba dirigida a la gran mayoría. Destacan también los poetas Victoriano Crémer (Caminos de mi sangre, 1946), José Luis Hidalgo Los muertos,1947), Rafael Morales (Poemas del toro, Los desterrados Eugenio de Nora (Contemplación del tiempo, 1947), José María Valverde (Hombre de Dios, 1945) y José Hierro con sus libros Tierra sin nosotros (1947) y Alegría (1947). La poesía vuelve a ser “palabra en el tiempo” en expresión machadiana.

Aunque minoritaria, también, surgió otra corriente denominada  “postista”,  postismo, o incluso postsurrealismo creado por Carlos. E. de Ory. Intenta una poesía surrealista, social, antiacadémica. Se creó la revista La Cerbatana. Este tipo de poesía fue enarbolada, también, por Miguel Labordeta, Ángel Crespo, etc.

 A finales de los años cuarenta surge otra revista que va a contribuir a extender la poesía desde otra atalaya, me refiero a la revista Cántico. El entronque con la poesía del 27 es un sustrato nítido. El poeta más significativo es Pablo García Baena, que pretendía una poesía esteticista basada en un lenguaje muy elaborado, pero humano.

En la década de los cincuenta sobresalen dos poetas: Blas de Otero y Gabriel Celaya. Las obras capitales de Blas de Otero son: Ángel fieramente humano, 1950; y Redoble de conciencia, 1951. Estos dos libros darían el nombre de Ancia , 1958. Blas de Otero está dentro de la poesía social, existencial; en definitiva, desarraigada. Su poesía se ha distinguido por unos poemas que vayan a la inmensa mayoría. En síntesis, una poesía que va del yo a nosotros, de lo existencial a lo social.

 Gabriel Celaya prosigue con los mismos temas; es decir, su poesía es de denuncia y la considera como un instrumento para cambiar la sociedad, “un arma cargada de futuro”. Recupera también el tema de España. Su libro más conocido es Cantos iberos (1955). Famosos son sus versos:“Poesía para el pobre, poesía necesaria / como el pan de cada día”. Es la poesía herramienta, la poesía acto. Convierte su poesía en una charla, en lo conversacional hecho carne. El estilo de ambos poetas es sencillo, ameno y los temas están dentro de los que se considera la injusticia y la solidaridad que debe primar entre todos.

Las características de la generación de los cincuenta son:                                       Concentración y tensión, valoración de la palabra poética, inclusión de anécdotas, expresión de la intimidad y de lo amoroso, pretensión ética. Existe una preocupación estética.

Además de los dos poetas señalados hay que destacar a Francisco Brines, Las brasas, 1960; Gil de Biedma, Compañeros de viaje, 1959; J. A. Goytisolo, Salmos al viento, 1956; Palabras para Julia, 1979); José Á. Valente, Sobre el lugar del canto, 1963); Ángel González, Con esperanza, con convencimiento, 1961; Claudio Rodríguez, Don de la ebriedad, 1953,  Conjuros, 1958. Otra hornada de poetas-la promoción de los sesenta- quieren dar voz a una poesía iluminativa, interior, como un compromiso poético o la poesía como conocimiento; otra forma más que abanderó Carlos Bousoño.

A la promoción de los cincuenta que prosiguen escribiendo en los años sesenta, hay que destacar en esta década el magnífico libro de  Pere Gimferrer, Arde el mar, 1966). En esta década aparece la expresión irónica; emplean un lenguaje natural y antiretórico, basado en la búsqueda de un lenguaje personal Escriben una poesía más minoritaria; se expresan mediante cierto simbolismo. En la métrica abandonan la rima y las estrofas clásicas; abundan los versos breves de cinco y siete sílabas. Los temas personales e intimistas son los que más sobresalen.

El libro de José María Castellet Nueve novísimos poetas españoles marca a un puñado de poetas que recibirán el nombre de novísimos, también generación del 68, que agrupa a Vázquez Montalbán (Una educación sentimental, 1968), Martínez Sarrión, José María Álvarez, Félix de Azúa, Pere Gimferrer (La muerte de Beverly Hills 1969), Guillermo Carnero, Ana María Moix y Leopoldo María Panero. Lo que diferencia esta poesía de los años setenta de la anterior es su especial  actitud ante el lenguaje; hay un cierto compromiso en este sentido, se dirigen más a la creación literaria, con un basamento propio de la educación recibida, en la que la televisión, los tebeos, los discos y el cine ocupan un lugar destacado. Pero, también de poetas hispanoamericanos como César Vallejo y Octavio Paz, amén de de Cernuda y Aleixandre. “Poetizar-escribirá G. Carnero- es ante todo un problema de estilo”. A esto hay que unir la ruptura con lo que les rodea, por lo que se sumergen en el surrealismo con la renovación del lenguaje poético.

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