Miss Zilphia Gant. No recuerdo quién fue el que me dio a conocer al novelista norteamercano, si el profesor en la clase o la lectura de Juan Benet. Poco importa, ambos me abrieron otra realidad apasionante; uno, en la literatura como vida, el otro la fuerza estructural y estilística de la escritura. En aquellos años tuve una cierta curiosidad por la novela con que encabezo estas breves líneas, pero no tuve la oportunidad de leerla, pero sí sus novelas más famosas El ruido y la furia, Absalón, Absalón. Sea lo que fuere hablar del novelista norteamericano es referirnos a él como un mito en su tantas veces repetido estilo único.
Ahora, acaba de publicarse en castellano, aunque es de 1932. Las dos ideas descritas en las líneas de arriba las he hallado una vez terminada la lectura. Lo estilístico, sobremanaera, se apodera del breve relato; pero, también, la represión, la violencia y las difíciles relaciones humanas. No me importa si esto puede ocurrir en una sociedad narcotizada por el poseer, ni tampoco que es propio de la llamada «vida en el Sur», que con tanto acierto nos ha descrito W. Faulkner en su novelas como inspiración literaria. El hecho está ahí, y del mismo tenemos que sacar nuestras conclusiones.
Y una, es el rechazo a la violencia siempre, y más cuando nos aprovechamos de la debilidad de un niño: «El chico, bramidos roncos. Por último, ella lo agarró y lo hizo volar al suelo desde la altura del porche». Para lo humano no importa el lugar ni las circunstancias. Ya no podemos seguir; nos convertimos en verdaderos irracionales. ¿Qué importa el género aquí? ¡Y que todavía en el siglo XXI distingamos!