La relación entre Literatura y Periodismo ha sido una constante, incluso cuando no existía como tal el término. Por no retrotraernos a la antigüedad, en la Edad Media, los juglares y los trovadores transportaban las noticias y la literatura, y aquéllas revestidas del germen literario. Los pliegos sueltos eran verdaderos textos literarios, históricos-literarios o periodísticos-literarios que fueron pregonados por truhanes y mendigos en las ferias y los mercados de Aragón, Castilla, Extremadura y Andalucía. Podíamos hablar, sin temor a equivocarnos de periodismo literario, o como lo ha definido la investigadora María Rosa de Malkiel “periodismo versificado”.
Desde los orígenes de la prensa periódica, las páginas han estado abiertas «a todas las gentes de letras que podían escribir un artículo, un comentario, una crítica con toda la rapidez y cobrarlo con la misma celeridad (…). Pero hay algo más: el escritor, que conoce la vida por vocación y oficio, no puede quedarse al margen de un fenómeno comunicativo cuyo medio proporciona la posibilidad de influir en lo cotidiano, bien con la transmisión de noticias, bien con la transmisión de opiniones que pueden informar la actitud de sus lectores, de su comunidad y aún de su gobierno»[1].
Mas hablar de Periodismo y Literatura es adentrarnos en el siglo XVIII. El primer periódico diario apareció el 11 de marzo de 1702 en Inglaterra[2]. Su título: Daily Courant, dirigido por Elizabett Mallet, aunque a los ocho días pasaría la dirección a Samuel Buckly. De aquí parte esa irrupción periodística-literaria, que con el tiempo recibirá el apelativo de “edad dorada inglesa” del periodismo, cuya cabecera la componen Joseph Addison, Daniel Defoe, Richard Steele y Jonathan Swith. Daniel Defoe publicó en 1722 el reportaje ¾ novelado¾ “A journal of the Plague Year” en el que describía la epidemia de peste que asoló, en 1665, la capital de Londres. Es el origen sin duda del ensayo periodístico. Y también el sustrato para fomentar la lectura de libros; a que el lector de periódicos disfrute con la obra literaria. Sin olvidar que en Inglaterra la mayor parte de los escritores pasaron por los periódicos, aunque muchos de los mismos sólo fueran colaboradores literarios.
En España, en el siglo XVIII, la prensa se dividía en la de los “Diarios noticiosos y de avisos”, y otra prensa, que era vehículo de comunicación entre Ilustrados. Sempere y Guarinos afirmaba en 1787 que “los progresos de las ciencias y las artes, o a lo menos para la mayor y más rápida extensión de sus conocimientos, han contribuido mucho los papeles periódicos”. Por otra parte, la prensa se convirtió en este siglo en el principal vehículo de divulgación de las nuevas ideas dieciochescas. El periódico, a partir de este momento, va a cumplir una tarea informativa, y, al mismo tiempo, crítica, posiblemente incomparable a la alcanzada por ningún otro género de publicaciones. La prensa se refugiaba en el interés por los estudios científicos, por la literatura y por la filosofía establecidas, como muy bien ha estudiado el investigador Aguilar Piñal.
En la primera mitad del siglo XVIII, surgió una de las publicaciones periódicas más notables; me estoy refiriendo a Diario de los literatos de España, revista trimestral; el primer número apareció el 13 de abril de 1737. Su modalidad era la literaria-erudita, de ahí que le quepa ser el primero que propagó las nuevas ideas y gustos literarios; es más, sus artículos sirvieron de modelo a generaciones posteriores. Las preferencias casi siempre se inclinaban a obras científicas y filosóficas, y alguna vez de la amena literatura.
El periódico salió con el propósito de ser paradigma, vocero de nuevos caminos que nos llevaran hacia Europa. Cada uno de sus volúmenes encierran reseñas en las que se observa la cultura española del momento, léase teología, literatura, ciencia, medicina, ensayos, etc. En sus páginas hallamos las bases de lo que entendemos por aspectos intelectuales modernos Sin duda, estas reseñas servían como bases de información, pero bien hecha, sin que quepa sólo el mercado del libro por el mercado.
La crítica consistía en un análisis reflexivo de la obra. Este Diario es considerado como la veta literaria que se incorpora al Periodismo. Menéndez Pelayo lo calificó como “uno de los más grandes y posibles servicios a la cultura nacional”. También este signo caracterizador lo hallamos en el Mercurio Literario, en el que se pueden observar colecciones de piezas eruditas y curiosas, fragmentos de literatura para utilidad de los estudiosos, y en general los géneros de Ciencias y Artes.
[1] ACOSTA MONTORO, J., Periodismo y Literatura. Madrid, Guadarrama, 1973, pág. 51
[2]. Según Alberto Dallal en su libro Periodismo y Literatura, “se tienen noticias de que en la Alemania del siglo XVII ya se leían pequeños ´corantos´ y puede situarse en Brena la aparición del primer periódico. Para 1621, Londres atestiguaba la circulación de uno y, diez años más tarde, París hacía lo mismo. Según Edin Emery, ´un periódico de la corte que comenzó a publicarse en Estocolmo en 1645 sigue apareciendo y es el más antiguo del mundo, de publicación continua”, pág. 25. Cito por la segunda edición corregida y aumentada. México, ediciones Gernika, 1988