Personales

Cartas a Benvenuta. Rainer María Rilke

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Si el verano es para descansar, me pregunté qué puedo leer. Me acordé de varios libros que ya he leído. Me fui a las estanterías de mi biblioteca y no sé por qué me dirigí a la de obras extranjeras. Saqué de inmediato Rilke, Cartas a Benvenuta. Esta lectura la tuve obligatoria allá por el año 1989 en la docencia que impartía. Mi recuerdo es nítido; la lectura cayó en tierra abonada si tenemos en cuenta el debate en la clase. Sin duda, me congratuló, no en vano estábamos con personas pletóricas de juventud y, por ende, de belleza con ansias de amar; es el sino a esas edades; es lo que colma nuestro ser del que debemos dar rienda suelta si queremos que la dicha llegue a la cúspide bien somáticamente o bien espiritual; ambas sería lo ideal pero no siempre sucede; la naturaleza es así. Peor sería si por los motivos que fuere ni una ni otra nos visita en esas edades fundamentales.

Estamos ante cartas más que amorosas, aunque al principio sean como necesidad. «Son impulsos de mi alma solitaria», escribe Rilke. Es un espacio de convivencia para alcanzar lo que deseamos y más cuando va a empezar la primavera y mostramos regocijo y hermosura, sinónimo de juventud, algo que penetra el corazón, es la ardiente gratitud que destella, que desea entrega sin límite, sin muro que reprima. Es la persona hecha no solo carne; es lo que vivifica, lo que aletea en la mente. A la búsqueda de ese espíritu que anhelamos para fundirnos.

Cuando una persona exige: «Pido a Dios que deje amarte del todo» es cuando lo sublime lo inunda todo. Es la entrega, es el sabor, el fulgor luminoso; no es solo un barrunto sentimental, es un corazón rebosante, que se siente conmovido como los trovadores anhelantes de conseguir ese idealismo que aletea en la mente y corazón. No en vano el poeta matiza, «¡qué claridades, qué ímpetu hacia ti en mi alma»! Ante una juventud decepcionada, Benvenuta abre su corazón; «He sentido tu presencia al tocar el piano». «Me has hecho muy feliz«. Cuando se llega a esta situación es más que necesidad, aun sabiendo que el amor también es dureza. La dualidad nos hace más libres para cuidar el jardín existencial.

He aquí una correspondencia ante dos fracasos sentimentales; y cómo la poesía de Rilke insta a una mujer a escribirle para agradecérselo; se ha sentido como nueva con su lectura y soporte. El poeta que también se hallaba entristecido por otra separación se anima a contestar y establecen una profunda amistad amorosa. Las cartas terminan cuando llegan a conocerse físicamente y las manos se aúnan. La poesía como vital en las relaciones humanas.
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Personales

Una lengua mutante

Ayer nos desayunábamos con un artículo del escritor Sergio Ramírez titulado «Una lengua cambiante y múltiple» que lancé vía «twitter» urbi et orbi con el adjetivo de memorable. Hacía tiempo que esta cuarta página del diario El País-26 de octubre, página 29-, no se vestía de hermosura. Ante las palabras hueras, inanes, rimbombantes de los políticos-incluido el que representaba al Jefe del Estado Español-  que fueron al VI Congreso Internacional de la Lengua Española, no está de sobra nuestra felicitación por este fragmento publicado con que el escritor nicaragüense nos ilustró en la inauguración. Intentaré buscar todo el discurso para degustarlo como merece.

La palabra como portadora de nuestro pensamiento; si la perdemos, nos quedamos desnudos ante la historia, ante nosotros; hay que transportarla, lanzarla, ser voceros de los que no tienen voz, sabiduría. Pero, si gran parte de nuestros actos tienen como objetivo encantar, ser  ejemplo, ¿por qué no lo escribimos?, ¿por qué no somos espejo, decantamos las palabras, las llenamos de poesía, de música? No las evocamos para nosotros sino para la otredad, de ahí la importancia de la creatividad. Somos como peregrinos que anunciamos nuestro pensamiento después de un esfuerzo; dadores de formas en las que el significante cobre su máxima perfección para alcanzar la connotación. Kant nos recuerda que la verdad de un poema, de un escrito, es la integridad de su forma. Arrebatador es que Keats nos plasme que la verdad es belleza y esta verdad. Cuando creamos, cambiamos. La forma es lo nutriente de lo que hacemos, exactamente lo que nos recomendaba Rilke: “cambia tu vida”.

No podemos quedar inermes ante la dejadez, el vacío con que enhebramos nuestros pensamientos. Y es exactamente lo que le contesta Hamlet a Polonio:

Polonio: ¿Qué estáis leyendo, Señor?

Hamlet:  words, words, words

La palabra como evocadora, no puede ser inane; si así fuere nos avocamos al vacío. Hay que recuperarla para fecundar la imaginación. Para eso supongo que se habrá celebrado el Congreso; no para alborotar sino para ampliar conocimientos, para ahondar, para pulir, para zambullirse en el lenguaje, para el goce de la palabra; o, al menos, para eso debería servir; aún, y a nuestro pesar, estará la clase política de las dos orillas que  inflará el pecho con palabras esdrújulas, con frases ampulosas y sin sentido, hueras, que no contribuyan precisamente a dignificar el Congreso; este sería el mal, la palabrería vacía, inane, empalagosa y no la creatividad, el conocimiento, evocar el mejor tú, o simplemente, buscar el nombre exacto de las cosas como nos recordó Juan Ramón Jiménez.  

Ensayo

Calas en la creación literaria

Las palabras «crear, crear, crear como la naturaleza hace un árbol»-expresión de V. Huidobro- en el bachillerato siempre me llamó la atención por la dificultad que encerraba, pero el profesor estaba tan convencido que nos lo hacía creer, para luego pasar a la práctica. Calas en la creación