Personales

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Con la excepción de Galdós, algunos escritores del siglo XIX quedaron en tierra de nadie o, al menos, casi no se mencionaron o pasaron desapercibidos. El que fuera denominado como «patriarca de la literatura española», término que se acuñó al novelista Palacio Valdés, eso sí, una vez muerto el más grande: Pérez Galdós. Como casi siempre en nuestra literatura, el aplauso de las obras vienen de fuera; lo fue Cervantes, lo fue Lope de Vega y lo fue Palacio Valdés, en el extranjero. También Palacio Valdés sacó, en sus novelas y ensayos, la daga para criticar la sociedad contemporánea, sin miramientos, incluida la clase sacerdotal que muchas veces no daba ejemplo.

Le cogió la revolución de 1868, con apenas unos años, pero suficientes para detestar la violencia de donde viniere. El hecho de que se considerara católico no le ayudó; quizá parte de la crítica exageró y el término sectarismo pudo más. Apenas se tuvieron en cuenta los caracteres de la novela que es la base de la misma. Solo citar nombres empequeñece la docencia y más si nos quedamos en el realismo/naturalismo de finales del siglo XIX. ·En el aire se nombraron La aldea perdida, Marta y María, La hermana San Sulpicio, Tristán o el pesimismo, Santa Rogelia. Llamó la atención que ni si quiera se nombrara El gobierno de las mujeres. Ensayo histórico de política femenina. Ensayo que hoy se debiera leer. Lo que se puede considerar «de varia lección» contribuye a conocer mejor el pensamiento de los escritores, y en este caso concreto Palacio Valdés.

Si lo primordial de este realismo/naturalismo propugnado por voces tan diversas como Fernán Caballero, Pereda, Alarcón, Blasco Ibáñez y el ya nombrado Pérez Galdós, es sugerir, avivar la mente para que los/as lectores sean capaces de llegar al meollo, a comprender, a trazar un camino, estaríamos ante un realismo esclarecedor, lumínico que es en realidad lo que pretenden los autores; si no fuera así, nos hallaríamos ante una pérdida de tiempo. El magisterio debe predominar y un maestro indiscutible de nuestra novela realista es Pérez Galdós en ese más allá que nos invade el sueño alucinante y la observación cotidiana, «lo que pasa», es lo que lleva en la novela: estudio y sociedad. Si esto es así, el didactismo es evidente, para eso se hace. Ni siquiera Flaubert excluyó que fuera testimonio, que aproveche, útil. Lo único que quería es que el autor estuviera al margen.

En la misma clase se anunció al que se podría denominar como eje central del siglo XIX, o la otra cara de lo que Galdós fue: Pereda. El descanso fue fructífero para adentrarse en el envés galdosiano; aunque se consideraban amigos, ha quedado para la posteridad la mítica frase perediana: » te vas a condenar con las penas del infierno» cuando se publicó Gloria. Ya entonces, en aquel tiempo, la obra se consideró excelsa porque el amor fue capaz de reconciliar los corazones de dos religiones tan cercanas y lejanas: judaísmo / catolicismo. Pérez Galdós se valió de una historia de amor, como ayuda, para la unión de las iglesias; y eso es lo que estaba llamado a ser-con el nacimiento del niño que tienen-, por eso, al final las campanas tocan a gloria, a resurrección; es decir, se adelanta al Concilio Vaticano II de Juan XXXIII, ¿o no?

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Cantando sobre el atril by Félix Rebollo Sánchez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España License