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A veces conviene releer ante tanta paja prosaica como nos invade, y más si nos ayuda a proseguir el camino existencial. A los que nos gusta enhebrar el pasado con el presente, a los que sentimos el diálogo como único vehículo para esclarecer acontecimientos-qué lejos están aquellos que se arrogan un falso y único saber literario enquistados en sus propias ideas- nos alegra que Martín Recuerda nos refresque la mente, después de tanto tiempo, nos muestre otro enfoque de las cosas.
Con El engañao nos descifra la otra cara del «Imperio». La de los que no quieren o no pueden soñar con la grandeza que apabulla. En la obra subyace un grito de rebeldía ante la pasividad en hechos primordiales en un momento determinado como fue el «imperio» de Carlos V. Es el sabor amargo de la injusticia, la nota discordante de lo que conformó un período de nuestra historia. La defensa de la verdad, la libertad o la justicia no cupieron en la sociedad.
El obispo lo tenía claro: » en este redactado por varios obispos príncipes de la iglesia Católica no se te reconoce tu asilo piadoso, se te declaran ilegales todas tus acciones y se te desahucia de entre estas ruinas». Fueron palabras dirigidas a quien creó la Orden Hospitalaria Juan de Dios. Lo único que se propuso era recoger todos los deshechos humanos de las guerras que sostenía el Emperador para cuidarlos, curarlos. Esto suponía alterar el orden establecido; era la otra cara que no se puede ver, de ahí que doñaJuana-qué gran personaje, en línea con doña Juana de Pérez Galdós en lo que tiene de defensa de los humildes y oprimidos- rompa las ataduras y se decante por la labor de Juan de Dios. El obispo de Guadix exclamará: «su majestad nos conduce a que se dividan las ideas entre dos mundos de españoles». La contestación ha pervivido si vemos lo presente: «dos mundos siempre los que queremos la libertad y los que no la quieren» .Desde entonces, la sinrazón, el fanatismo, la descalificación porque sí, la mentira, se ha asomado en los momentos más importantes de nuestra historia. La literatura como recuerdo y refugio.
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En estos tiempos en que la superficialidad ha creado un sendero, no está de más que de vez en cuando se publiquen libros con enjundia y el pensamiento trabaje para llegar a otros ámbitos más cultos como es el caso de este ensayo Estética de la novela publicado por la editorial Cátedra.
El autor aborda el espinoso tema de la evolución de la novela en el que afirma: «son muchos los intentos y son muchos también los fracasos» con una base: la estética. Al final de la introducción nos deja nítido su pensamiento: «de la descripción de una filosofía de la novela habría que deducir una filosofía de la historia. Esa es la enseñanza primordial de la obra de Bajtín», pág.17 .
Con esta línea se sumerge para analizar «el marco teórico», » La novela cortesana «, La novela popular» y «La novela moderna». Un período arduo desde los primeros albores que el autor nos desgrana para una mejor comprensión, que sirva para generaciones posteriores sin que sea el único maná al recoger otras voces en el » Epílogo bibliográfico», así como los diez puntos sobre «Tesis sobre la novela», que se agradece.
En las primeras páginas de «El marco teórico» nos adelanta: «El gran momento de la novela ha llegado con la Modernidad», p. 32. Es otra concepción del arte narrativo que gira alrededor del diálogo. Su papel cosiste en establecer «un puente entre la cultura popular-oral- y la cultura escrita», pág. 25, sin que sea un menoscabo por el espíritu tanto de una como de otra; las dos se necesitaban y así se ha entrevisto tanto en oriente como occidente hasta conseguir la pluralidad estética.
En el capítulo segundo se aborda «La protonovela», como síntesis desde los orígenes, casos, viajes, testimonios y vidas, materias históricas, simbolismo y religión, Tobías protonovela, y la novela en oriente. Todo un compendio que nos sirve como llanura para entender las cuatro partes que conforman el ensayo.
La cuarta parte está dedicada a «La novela Moderna». El autor nos recuerda una idea de Dostoievski de Los hermanos Karamázov: «Aquí lucha el diablo contra Dios y el campo de batalla es el corazón del hombre». Se parte de que la novela es un producto de fusión, e inmediatamente nos recuerda su planteamiento: una teoría «basada en las ideas de Alexis de Tocqueville y Fiodor Dostoievski», pág. 167, para después adentrarse en simbolismo y Modernidad, simbolismo del pasado, la novela del pasado reciente y de la actualidad, el simbolismo del futuro, y la novela popular moderna.
Unidad cultural, unidad estética se retroalimentan. Oralidad, escritura y las fusiones de lo elevado y popular, de lo sublime y lo más bajo ( «Es la estética del individualismo, del mundo de la igualdad y de la libertad, que debe reunir todas las energías del imaginario de la humanidad para dar respuesta al gran reto», pág.172). El ensayista con esa fuerza que siente trae a colación a Dostoevski al observar » a propósito de la estética de La Leyenda del Gran Inquisidor de Iván Kazamázov: aquí lucha el diablo contra Dios y el escenario de la batalla es el corazón del hombre». La estética es capaz de adueñarse de todo, de lo pequeño y de lo grande; de bajar a lo más abyecto y de asaltar los cielos. Grande por poner como ejemplo a nuestro Galdós: «Incluso Galdós, que cautivó las mismas pautas simbólicas que el novelista ruso, nos legó un lema que bien podría ser el lema del simbolismo, aunque ha sido leído en clave realista: Ars, natura, veritas». La tríada presente, pasado y futuro, apunta el ensayista, nos conduce al simbolismo moderno. Sin ambages, es la necesidad creativa para mejor entender el existencialismo y todo lo que circunda. Aun teniendo en cuenta la diversidad de la novela, el individualismo fue el eje vertebrador de lo que podíamos considerar novela moderna de profundas raíces históricas. Recordemos la necesidad de la historia que como vemos se ha expresado, sobre todo, en la novela. De nuevo, el ensayista recurre a Galdós por su precisión en los hechos narrados en la novela Miau. «en enero del 78 el mismo día del casamiento de don Alfonso con la reina Mercedes». Con el añadido de los Episodios nacionales como novela histórica nacional. No se queda ahí al traer a colación Ivanhoe, Los tres mosqueteros,Guerra y paz, lo que el viento se llevó entre otras.
Capital son también las novelas de aprendizaje: El Doctor Zhivago . O mezcla de aprendizaje histórico con la parodia de aprendizaje individual (La Fontana de Orto, La desheredada. Dentro del pasado reciente y de la actualidad estarían las de educación (Grandes esperanzas, El amigo Manso, El árbol de la Ciencia, La montaña mágica, Juegos de la edad tardía). Sin olvidarnos de las novelas del «gran realismo» de autores como Flaubert, Galdós, Balzac, Sthendhal. Y así se va desgranando la novela provinciana, la biográfico-familiar, familia costumbrismo, el caso especial de Ana Karénina; el simbolismo del futuro (la novela de viajes, la infantil, la aventura moderna, la hermética, la de crisis, la satírica, cómica cultural, etc.). Me han llamado la atención las páginas 313-314 al encajar en el apartado-cómica cultural- a dos novelas que han trascendido época y lugar como son Fortunata y Jacinta y Tiempo de silencio . Por mucho que lea esas dos páginas, me es difícil asimilar ese furgón en que se las sitúa, aunque se valga del ensayo La palabra en la novela de Bajtín.
El último capítulo versa sobre «La novela popular moderna», hermética, sentimental, erótica, otros géneros-algunos géneros propios de la novela literaria tienen también su cultivo popular-. Dos ideas sobresalen, una: » la novela popular tiende a ser un fenómeno internacional sin renunciar a lo local típico». La otra: » la novela popular cultiva géneros con una estructura precisa, como fueron en las `pocas premodernas los géneros cortesanos», pág. 320 . Todo un compendio de por qué la novela ha significado tanto, incluso cuando lo nebuloso se apoderaba del existencialismo. La lectura de este ensayo nos recuerda un pasado que se hace presente con miras al progreso humano.
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Beltrán, L., Estética de la novela. Madrid, Cátedra, 2021