Personales

Más notas de quinto curso de Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, en el recuerdo. Emilia Pardo Bazán y Clarín,6

No podían faltar dos galdosianos: Pardo Bazán y Clarín. La todapoderosa escritora supo ser mujer antes que novelista. Hizo lo que su corazón le dictaba en el amor, y en lo consuetudinario ejerció el plano de igualdad entre personas en que lo masculino sobresalía en las relaciones humanas. Dejó su huella en todo momento, al obviar dimes y diretes u otras pamplinas. Qué le importaba que la gente pensara que su bajada a Madrid era para intimar con su queridísimo amigo Galdós«lo admiraron en vida y se le rezó muerto»-. Su corazón estaba por encima de todo. Supo hilvanar amistad y literatura. Los dos se mostraron proclives a la emancipación de la mujerrecordemos Tristana– . Dos personas sensibles, humanas, ante la vida. Apliquemos el adjetivo grande.

Si hay una expresión abarcadora para doña Emilia es la observación psicológica en todo momento de su escritura; al lado, su profundo amor por la naturaleza y el paisaje de Galicia. Cuentos, novelas, cartas, viajes, conferencias, ateneísta-la primera mujer como ateneísta, presidenta de la Sección de literatura del Ateneo de Madrid- (Ateneo Científico y Literario de Madrid), Consejera de Instrucción Pública, Catedrática de literatura comparada de Lenguas Neolatinas de la Universidad Central de Madrid. Hay que avizorar «la extraordinaria fecundidad de una autora tan poliédrica». Su producción periodística es inmensa con miles de artículos, reseñas, en diversos periódicos y revistas, etc. Y, cómo no, el recuerdo de que fue vedada ante el ingreso de la RAE. Hoy lo vemos como positivo ante la magnitud de su obra; pocos académicos/as tienen el caudal literario e inteligencia como la condesa. Y fueron y son académicos/as. En la Academia también se cuecen habas. y desde luego no siempre se eligen a los /as mejores.

Dejemos aparte los chismes, los amoríos y tantas cosas que se dicen y se leen de las relaciones entre Galdós, Pardo Bazán y Galdiano. La vida es así. Lo primordial es la lectura de las obras de la escritora; lo demás es entretenimiento sin más. A la memoria siempre nos vienen de la condesa tres obras como fundamentales: Los pazos de Ulloa. La madre naturaleza y Morriña– aunque para el que suscribe estas líneas la mejor es La Quimera– sin que desmerezcan el resto de su escritura porque es una de las grandes de la literatura castellana. En las tres nombradas sobresalen su Galicia natal unida a la naturaleza con un paisaje que adora. La cuestión palpitante, Una cristiana, La tribuna, La quimera, La prueba, Insolación, La sirena negra, están ahí para que nos acerquemos a leerlas y no hablemos o escribamos de oídas.

A mi mente viene aquel compañero de clase que estaba investigando los cuentos de Pardo Bazán y nos decía que había descubierto más de trescientos, cuando el profesor los cifró en una centenar. En buena lógica, un profesor no debe saber todo y más cuando se trata de una escritora que nos legó muchísimo y probablemente todavía no habrán salido todos los cuentos. No sé si se trataba de un examen a mitad de curso o fue en el final, el caso es que este compañero suspendió y con los ojos húmedos dijo que le había suspendido por haber escrito aspectos cuentísticos que él desconocía y más: «que mantuvo que iba por los trescientos». A saber, la verdad por qué suspendió. Yo no lo conocía («éramos en clase más de 150»). Los papeles hallados quizá proseguirán, se convierten en un rótulo que nos persigue en la literatura. Nombres que en este momento me vienen a la memoria que han investigado sobre la obra y, tal vez, no la hayan abandonado como Juan Paredes, Bravo Villasante, Marina Mayoral, etc., están como luceros de Pardo Bazán. Los estudios sobre la obra han sido y son incesantes. Gloria, pues.

No podía terminar estas líneas sin referirme al primer cuento que escribió «Un matrimonio del siglo XIX» y al último El árbol rosa». Si se dice que los cuentos de doña Emilia son la vida real, incrustada en sus cuentos y que lo dramático y lo trágico son signos característicos, invito a los lectores de esta página literaria a que lean alguno y vean si es cierto. En El árbol rosa todo dependerá de cómo se interprete a esa pareja que se veían furtivamente en el Retiro, y les servía el árbol de punto de cita: «Ya sabes en el árbol». La sencillez con que una persona aborda a otra, nos llama la atención: «- No se asuste…Sentiría molestar ¿Por qué no se para un momento y hablaríamos? Milagros al ser bien parecida se sintió alagada. Su respuesta: «Haga el favor de no venir a mi lado, nos pueden ver». Entonces, ¿dónde la espero? – «En el Retiro, a mano izquierda hay un árbol todo color de rosa. Allí» . La frase «¡cómo sería este parque si le faltase su árbol rosa!»… Estamos ante el amor que lo puede todo. Aquí es donde comienzan a verse todos los días en el árbol rosa. Y un día las florecillas comenzaron a caer y alfombraron el suelo. Otro día, el señor cogió «una diminuta rama del árbol rosa y la guardó en el bolsillo del chaleco». Se despidieron, y la frase mítica entre ellos para el día siguiente: «A la misma hora, ¿eh?». Aquella noche, Milagros recibió una carta en la que le decía que tenía que irse. «Ya daré noticias», pero estas no se produjeron. Ella prosiguió con la esperanza, después de lloros. Más tarde se casaría con un tío suyo. Ahora sí, en primavera se paseaba por el Retiro con un niñito de la mano: miró al árbol rosa, «todo trémulo de floración. Una brisa suave lo mecía».

Clarín, también, estelar. Quedará para siempre La Regenta. Con sus Folletos literarios y Pardo Bazán con Nuevo Teatro Crítico– revista dirigida por ella reflejaron la vida política, cultural y social de los días en que vivieron.

Su personalidad intelectual se desarrolló nítida; no fue de golpe. Tal vez La Regenta se enzarzó con el naturalismo que reverdecía ya a finales del siglo XIX. No estaba ajeno. Pero también aportó lo que prevaleció a finales del siglo como fue el espiritualismo hecho arte de su segunda novela Su único hijo; es el Clarín más allá de su primera novela e incluso representativa La Regenta. Tampoco podemos desgajar su actividad periodística tan importante y su alarde de polémico. Digamos que fue un «demócrata y militante del republicanismo unitario». Ya Galdós se anticipó que aparecían dotados de la injusticia social y de filosofía del amor que se observa en la abnegación, la caridad y el autosacrificio. No se nos puede olvidar Benina-qué gran personaje- o Nazarín. Es el sentido de la justicia, la caridad y la solidaridad con alardes humanísticos los que nos elevan al leer Misericordia y Nazarín. Es el mundo de los desheredados, los sin voz, los ofendidos, los miserables, los pobres que pueblan las novelas de Galdós, Clarín, Tolstoi o Dostoievski. Es la sociedad finisecular. El impulso vital que se ansía.

La Regenta en Vetusta como mirador desde el que se percibe la envidia, la ignorancia, lo abúlico y, claro, como inherente el adulterio. La unanimidad de la crítica literaria sorprende, pero así fue. Si se arrepintió o no Clarín de escribir la novela, solo su conciencia lo sabrá. En una carta a Galdós le escribió que estaba arrepentido. Sin embargo, el prólogo a la novela de Galdós fue excelsoobra cumbre del naturalismo, destacando su realismo y profundidad psicológica»). Lo mejor de la crítica literaria. Sin duda, una obra maestra. Su impronta fue irrepetible, aunque son los/as lectores los dueños de encerrarla o estimarla hasta lo más alto. Como casi siempre, la gran mayoría del ámbito religioso o eclesiástico se sintió aludido y sacaron la daga. Ahí quedan la catedral, el casino, comida en casa de los marqueses, la misa del Gallo, velada de teatro, el llamado «flah back», monólogo interior, estilo indirecto libre, la confesión, El Magistral, don Álvaro, ex Regente de la Audiencia y Ana Ozores como emblemática de la ciudad. No olvidemos «Imagen de la vida es la novela«. Lo clásico, lo que nos apasiona; es el Galdós de siempre.

Coda: no olvides, si te ha servido, colaborar con un «bizum«, aunque sea módico, al 637160890. Llevo pagando la página abierta quince años, y más de 300.000 personas se han acercado ; es la primera que pido tu donativo. Al final de año, informaré de lo recaudado. Gracias.

Cantando sobre el atril by Félix Rebollo Sánchez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España License

Uncategorized

Emilia Pardo Bazán: Cuentos

Para que esta «página literaria» mejore, atrévete a colaborar con un «Bizum» al 637160890. A final de año daré cuenta de lo recaudado

Al cabo de tantos años, doña Emilia está vigente; su prosa se amasa con su estilo característico, propio de quien se decidió por dedicarse a escribir. En ella hallamos las tres palabras que la coronan: novelista, galdosiana, ateneísta. Sin duda, lo más alto. Muy pocas llevan esta tiara.

Estamos ante una Antología de la magistral narrativa breve que como nadie supo plasmar con registros diferentes y temas que hoy nos llaman la atención por su vigencia. Con exactitud, no sabemos cuántos cuentos escribió. Recuerdo que un compañero de quinto de Filología Hispánica discutió con el profesor lo que este manifestó, ya que el alumno tenía recogidos 323-ya había comenzado la investigación de su posible Tesis-. Quedamos asombrados. En esta edición, tampoco hay coincidencia; por una parte, se recogen quinientos ochenta; por otra, seiscientos ocho. Doña Emilia había inventariado en 1898 «ya medio millar», pág.16. De todas formas habrá cuentos «que duermen todavía el sueño de los justos en las hemerotecas» (Venga, a trabajar en este aspecto). En esta Antología tenemos la oportunidad de leer sesenta y dos desde La dama joven (1885)-Fuego a bordo, La gallega, el indulto, Primer amor- hasta Cuentos dispersos( 1865-1921)-La rosa, Sabel, La emparedada, Las cerezas rojas, La cómoda, Rabeno, El desaparecido, Maleficio-. Atrévete, es la única forma de no hablar de «oídas» como muchas personas hacen.

El editor nos recuerda que el relato más antiguo que se conoce es de 1866: Un matrimonio del siglo XIX. En esta Antología no se recoge. En cuanto a la estructura, vienen por colecciones: La dama joven, Cuentos escogidos, Cuentos de Marineda, Cuentos nuevos, Arco iris, Cuentos de amor, Cuentos sacro-profanos, Un destripador de antaño (historias y cuentos de Galicia), En tranvía (cuentos dramáticos), Cuentos de Navidad y Reyes, Cuentos de la patria, Lecciones de literatura, El fondo del alma, Sud exprés (cuentos actuales), Cuentos trágicos, Cuentos de la tierra, Cuentos dispersos.

Al espigar en las diversas modalidades con que doña Emilia nos introduce en su mundo de preocupaciones, con El indulto exige igualdad entre las personas, aspecto este que ya se venía exigiendo a finales del siglo XIX, y desde luego ella fue una abanderada. Lo que no entiendo es por qué se ha tardado tanto en reconocer la valía de la escritora. No tiene sentido que hablemos de de lo que se oye y decir que este cuento es uno de los mejores, hay que leerlo, y no solo manifestar que con el cuento reivindica los derechos de las personas, en este caso de las mujeres; la expresión que hoy está en voga: «la violencia de género» se hace realidad. La protagonista sufre, y el lector/a se adentra en una serie de circunstancias que con una técnica diáfana doña Emilia nos hace copartícipes de lo que ocurre en el triángulo: suegra, marido, mujer. Asesinato, barrio extramuros, lúgubre tarde, codicia, venganza, desprecio, poderío, parálisis momentánea, coartada del marido-que se valió de ir a la horca, por testimonio de unos amigos-,veinte años de condena, divorcio, pleito-que siempre perdía el inocente y el pobre-; y lo que faltaba: el indulto para un criminal. La fuerza dialogal del relato cobra un espíritu coral que lo hace más verosímil. El final deberán terminarlo los/as que lo lean. Doña Emilia era sí. Grande.

Las últimas líneas enternecen con los gritos del niño:..»desesperadamente, llamó al amanecer a las vecinas, que encontraron a Antonia en la cama, extendida, como muerta»; para su terminación, doña Emilia lo deja en suspenso: «El niño aseguraba que el hombre que había pasado allí la noche la llamó muchas veces al levantarse, y viendo que no respondía, echó a correr como un loco«.

Dentro del cajón de La dama joven (1885) también está La gallega. Cuento eminentemente costumbrista en el que se puede pensar que está dentro la autora si tenemos en cuenta la descripción de los personajes y su entorno por la empatía que nos muestra al acercarse al mundo rural, paisaje, brava leona ante los agravios, la hostilidad, el tiempo que nos alcanza, la vindicación de la aldea. Y en medio esa mujer que promete fecundidad, «alto y túrgido el seno, redonda y ebúrnea la garganta, carnosos los labios, moderado el reír, apacible el mirar». Todo, como si fuera una estatua precisa, altiva en que «el sol no logra quemar su cutis, y sus mejillas tienen el sano carmín del albaricoque maduro y de la guinda temprana». Y luego la comparación con las mujeres del territorio leonés:…»salen por las puertas de las casuchas terrizas, mujeres de enjuta piel pegada a los huesos, semblantes de recias y angulosas facciones, de color de arcilla o ladrillo, cual si estuviesen amasadas con el árido terruño y talladas en la dura roca de las sierras».

Doña Emilia hace hincapié en la verdadera mujer que pulula, que ama, que trabaja, que se desvive por la familia; en definitiva, en la que recaía todo; era la luz, el peso de la casa: «ellas cavan, ellas siembran, riegan y deshojan, baten el lino, lo tuercen, lo hilan y lo tejen en el gimiente telar«. Y si fuera poco, al casarse empeoraba su situación al sumar la constitución de una familia. Y así con detalles prístinos como el tener un niño/a por año con la tríada adjetival: «paridera, criadora, madraza» se la define como «como una loba» en el trabajo como arte. No se puede olvidar también el solaz, el divertimiento, el baile, que se peine «y alise sus dos trenzas, uniéndolas por lasa dos puntas«. La vestimenta dependiendo del lugar en que viva. Todo bien enriquecido por quien defendió siempre la igualdad entre las personas más allá de que fueran masculino o femenino, de ahí que se la recuerde en el siglo XXI y se la lea.

Dentro de esta colección he seleccionado también El primer amor por la seguridad, la entereza cuando nos visita por vez primera un aspecto capital en la existencia cuando vemos casi todo primaveral y la naturaleza humana se aúna. En este caso cobra todo su valor «una miniatura de marfil que mediría tres pulgadas de alto, con marco de oro»; de aquí parte el enamoramiento que siente el personaje ante la belleza de la joven retratada (…»la contemplación de aquella miniatura me produjo, y de cómo me quedé arrobado, suspensa la respiración, comiéndome el retrato con los ojos«). Incluso el contacto de la cara miniatura «me produjo sueños deliciosos».

No puede ser que ante algo esencial que nos pertenece caigamos enfermos o nos debilitemos. La autora con una precisión matemática llega a detallarnos cómo un objeto por sí puede llevarnos a la locura aunque al final esa belleza que fue se convierta en una realidad aplastante: esa belleza fue en la juventud de la tía; ahora, la observa fea. Después, el hecho de ese amor que sentía y lugar se deshace y lo rechaza. La forma poética de que la verdad es belleza y la belleza verdad no cabe con el paso del tiempo en ese objeto que le cambió.

Me ha llamado la atención de los cuentos dramáticos (1901) En tranvía. El comienzo ya nos advierte de que se refiere al tranvía que va al barrio de Salamanca y se coge en la Puerta del Sol de esas gentes que vienen de misa o «del matinal correteo por las calles». La precisión de los hechos nos apabulla por los datos en que se detiene la autora al detenerse en los niños que acompañan a las personas: …»¡y qué niños tan elegantes, tan bonitos, tan bien tratados! Dan ganan de comérselos a besos«. Y más exactitud cuando observa un niño de nueve meses que «pega brincos de gozo» e irradia la luz del cielo en sus ojos; no lejos se detiene en una niña de nueve años en la que va más allá de la edad y la describe como «la futura mujer hermosa tiene ya su dosis de coquetería».

De los cuentos dispersos ((1865-1921), he seleccionado Las cerezas rojas . La finca-casi ya abandonada, pero «-la incultura tiene su su poesía»- posee un espléndido cerezo que estaba ahí para el que quiera las cerezas-«del dueño no se sabe de él». Hubo un silencio largo; sin embargo en la comarca se sabía que ese árbol añoso tenía su historia y las cerezas no debían comerse, pero el tiempo todo lo borra. La casa pertenecía a Ramón Mestival que con su mujer agrandaron el huerto de la finca que les dio para mantenerse, además tenían un «chiquillo precioso». Todo estaba a pedir de boca ante tanta legumbre, árboles frutales con peras, manzanas, fresones, coles y, sobre todo del cerezo único; pedía lo que le apetecía, sacaba rédito al árbol. Fueron famosas las cerezas en el entorno porque encima de únicas, se adelantaban al resto de árboles.

Era el mes de junio «con su sonrisa de oro trigueño». Los árboles desprendían juventud, «gozosos de vivir» al cuajar «su fruta con gallarda abundancia». Se nos narra una historia que probablemente no sea leyenda el terrible acontecimiento de una familia: padre, hijo, madre, rapaz ladrón. Las cerezas que son azúcar, miel entre labios, almíbar, en este caso supondrá locura de la madre, muerte del hijo y padre que huye. El padre había prohibido al hijo que tocara la fruta » y en especial a la del cerezo aquel». Al ver el padre que destrozaban las ramas y desaparecía la fruta se puso en guardia. Ya cansado, al faltarle las mejores cerezas, preguntó a su mujer: «¿Tú has reparado si el niño come cerezas? Aunque conocía las «diablurillas del hijo» contestó que no («segura estoy como me estás hablando«). La defensa de la madre, aun sabiendo que su hijo comete la travesura por la noche para coger cerezas, no dice a su marido que el que destroza o come las cerezas es su propio hijo. Lo oculta para estar al lado de su hijo. La terrible historia estriba en que el padre creyendo que es un ladrón coge la escopeta, la carga y se emposca «a corta distancia del árbol» escondido. Al oír el ruido disparó. Era su hijo: «La madre se volvió loca; se echaba la culpa por mentir…, el padre desapareció…, el huerto dejó de cuidarse,….. y muchos les da respeto comer de esas cerezas». Se publicó en Blanco y Negro, 17 de julio de 1909.

——-

Pardo Bazán, Emilia, Cuentos. Madrid, Cátedra, 2023, 548 págs.

Cantando sobre el atril by Félix Rebollo Sánchez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España License

o