Cuando llega el mes por excelencia de las flores me viene a la mente la inigualable «Hoz del Huécar». Es cuando asaltas los cielos de esa Cuenca que te libera, de extraes de todo y solo piensas en subir y subir; y luego esa bajada pronunciada pasando por la Catedral hasta llegar a la plaza España y los aplausos se agradecen por el esfuerzo realizado.


Doce años me contemplan asaltando esos cielos que huelen a gloria, y la vista se recrea ante la singular belleza de los cielos y la tierra; atrás quedó lo terráqueo, te inhibes para entrar en otro aire limpio, sagrado con el que te purificas. Otro año más con el recuerdo del famoso soneto del poeta Federico Muelas que tanto enalteció a su ciudad en ese primer cuarteto: « Alzada en bella sinrazón altiva /pedestal de crepúsculos soñados, /¿subes orgullos, bajas derrotados / sueños de un dios en celestial deriva?» para terminar con el último verso del segundo terceto: «Cuenca cierta y soñada, en cielo y río». Por esa Cuenca soñada y al lado del río Huécar nos extasiamos en silencio, con ese ruido del agua y las orillas vestidas de huertas. Fue un día espléndido para el atletismo a pesar de la dureza de la prueba. Al final nos leíamos en el rostro: hasta 2024.

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