Personales

Más notas de quinto curso de Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, en el recuerdo. Emilia Pardo Bazán y Clarín,6

No podían faltar dos galdosianos: Pardo Bazán y Clarín. La todapoderosa escritora supo ser mujer antes que novelista. Hizo lo que su corazón le dictaba en el amor, y en lo consuetudinario ejerció el plano de igualdad entre personas en que lo masculino sobresalía en las relaciones humanas. Dejó su huella en todo momento, al obviar dimes y diretes u otras pamplinas. Qué le importaba que la gente pensara que su bajada a Madrid era para intimar con su queridísimo amigo Galdós«lo admiraron en vida y se le rezó muerto»-. Su corazón estaba por encima de todo. Supo hilvanar amistad y literatura. Los dos se mostraron proclives a la emancipación de la mujerrecordemos Tristana– . Dos personas sensibles, humanas, ante la vida. Apliquemos el adjetivo grande.

Si hay una expresión abarcadora para doña Emilia es la observación psicológica en todo momento de su escritura; al lado, su profundo amor por la naturaleza y el paisaje de Galicia. Cuentos, novelas, cartas, viajes, conferencias, ateneísta-la primera mujer como ateneísta, presidenta de la Sección de literatura del Ateneo de Madrid- (Ateneo Científico y Literario de Madrid), Consejera de Instrucción Pública, Catedrática de literatura comparada de Lenguas Neolatinas de la Universidad Central de Madrid. Hay que avizorar «la extraordinaria fecundidad de una autora tan poliédrica». Su producción periodística es inmensa con miles de artículos, reseñas, en diversos periódicos y revistas, etc. Y, cómo no, el recuerdo de que fue vedada ante el ingreso de la RAE. Hoy lo vemos como positivo ante la magnitud de su obra; pocos académicos/as tienen el caudal literario e inteligencia como la condesa. Y fueron y son académicos/as. En la Academia también se cuecen habas. y desde luego no siempre se eligen a los /as mejores.

Dejemos aparte los chismes, los amoríos y tantas cosas que se dicen y se leen de las relaciones entre Galdós, Pardo Bazán y Galdiano. La vida es así. Lo primordial es la lectura de las obras de la escritora; lo demás es entretenimiento sin más. A la memoria siempre nos vienen de la condesa tres obras como fundamentales: Los pazos de Ulloa. La madre naturaleza y Morriña– aunque para el que suscribe estas líneas la mejor es La Quimera– sin que desmerezcan el resto de su escritura porque es una de las grandes de la literatura castellana. En las tres nombradas sobresalen su Galicia natal unida a la naturaleza con un paisaje que adora. La cuestión palpitante, Una cristiana, La tribuna, La quimera, La prueba, Insolación, La sirena negra, están ahí para que nos acerquemos a leerlas y no hablemos o escribamos de oídas.

A mi mente viene aquel compañero de clase que estaba investigando los cuentos de Pardo Bazán y nos decía que había descubierto más de trescientos, cuando el profesor los cifró en una centenar. En buena lógica, un profesor no debe saber todo y más cuando se trata de una escritora que nos legó muchísimo y probablemente todavía no habrán salido todos los cuentos. No sé si se trataba de un examen a mitad de curso o fue en el final, el caso es que este compañero suspendió y con los ojos húmedos dijo que le había suspendido por haber escrito aspectos cuentísticos que él desconocía y más: «que mantuvo que iba por los trescientos». A saber, la verdad por qué suspendió. Yo no lo conocía («éramos en clase más de 150»). Los papeles hallados quizá proseguirán, se convierten en un rótulo que nos persigue en la literatura. Nombres que en este momento me vienen a la memoria que han investigado sobre la obra y, tal vez, no la hayan abandonado como Juan Paredes, Bravo Villasante, Marina Mayoral, etc., están como luceros de Pardo Bazán. Los estudios sobre la obra han sido y son incesantes. Gloria, pues.

No podía terminar estas líneas sin referirme al primer cuento que escribió «Un matrimonio del siglo XIX» y al último El árbol rosa». Si se dice que los cuentos de doña Emilia son la vida real, incrustada en sus cuentos y que lo dramático y lo trágico son signos característicos, invito a los lectores de esta página literaria a que lean alguno y vean si es cierto. En El árbol rosa todo dependerá de cómo se interprete a esa pareja que se veían furtivamente en el Retiro, y les servía el árbol de punto de cita: «Ya sabes en el árbol». La sencillez con que una persona aborda a otra, nos llama la atención: «- No se asuste…Sentiría molestar ¿Por qué no se para un momento y hablaríamos? Milagros al ser bien parecida se sintió alagada. Su respuesta: «Haga el favor de no venir a mi lado, nos pueden ver». Entonces, ¿dónde la espero? – «En el Retiro, a mano izquierda hay un árbol todo color de rosa. Allí» . La frase «¡cómo sería este parque si le faltase su árbol rosa!»… Estamos ante el amor que lo puede todo. Aquí es donde comienzan a verse todos los días en el árbol rosa. Y un día las florecillas comenzaron a caer y alfombraron el suelo. Otro día, el señor cogió «una diminuta rama del árbol rosa y la guardó en el bolsillo del chaleco». Se despidieron, y la frase mítica entre ellos para el día siguiente: «A la misma hora, ¿eh?». Aquella noche, Milagros recibió una carta en la que le decía que tenía que irse. «Ya daré noticias», pero estas no se produjeron. Ella prosiguió con la esperanza, después de lloros. Más tarde se casaría con un tío suyo. Ahora sí, en primavera se paseaba por el Retiro con un niñito de la mano: miró al árbol rosa, «todo trémulo de floración. Una brisa suave lo mecía».

Clarín, también, estelar. Quedará para siempre La Regenta. Con sus Folletos literarios y Pardo Bazán con Nuevo Teatro Crítico– revista dirigida por ella reflejaron la vida política, cultural y social de los días en que vivieron.

Su personalidad intelectual se desarrolló nítida; no fue de golpe. Tal vez La Regenta se enzarzó con el naturalismo que reverdecía ya a finales del siglo XIX. No estaba ajeno. Pero también aportó lo que prevaleció a finales del siglo como fue el espiritualismo hecho arte de su segunda novela Su único hijo; es el Clarín más allá de su primera novela e incluso representativa La Regenta. Tampoco podemos desgajar su actividad periodística tan importante y su alarde de polémico. Digamos que fue un «demócrata y militante del republicanismo unitario». Ya Galdós se anticipó que aparecían dotados de la injusticia social y de filosofía del amor que se observa en la abnegación, la caridad y el autosacrificio. No se nos puede olvidar Benina-qué gran personaje- o Nazarín. Es el sentido de la justicia, la caridad y la solidaridad con alardes humanísticos los que nos elevan al leer Misericordia y Nazarín. Es el mundo de los desheredados, los sin voz, los ofendidos, los miserables, los pobres que pueblan las novelas de Galdós, Clarín, Tolstoi o Dostoievski. Es la sociedad finisecular. El impulso vital que se ansía.

La Regenta en Vetusta como mirador desde el que se percibe la envidia, la ignorancia, lo abúlico y, claro, como inherente el adulterio. La unanimidad de la crítica literaria sorprende, pero así fue. Si se arrepintió o no Clarín de escribir la novela, solo su conciencia lo sabrá. En una carta a Galdós le escribió que estaba arrepentido. Sin embargo, el prólogo a la novela de Galdós fue excelsoobra cumbre del naturalismo, destacando su realismo y profundidad psicológica»). Lo mejor de la crítica literaria. Sin duda, una obra maestra. Su impronta fue irrepetible, aunque son los/as lectores los dueños de encerrarla o estimarla hasta lo más alto. Como casi siempre, la gran mayoría del ámbito religioso o eclesiástico se sintió aludido y sacaron la daga. Ahí quedan la catedral, el casino, comida en casa de los marqueses, la misa del Gallo, velada de teatro, el llamado «flah back», monólogo interior, estilo indirecto libre, la confesión, El Magistral, don Álvaro, ex Regente de la Audiencia y Ana Ozores como emblemática de la ciudad. No olvidemos «Imagen de la vida es la novela«. Lo clásico, lo que nos apasiona; es el Galdós de siempre.

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Personales

Más notas halladas: añoranza del último curso de la licenciatura-quinto- en Filología Hispánica en la Universidad Complutense 2

Atrás quedaron muchos anhelos de aquel curso feliz-corría 1973-74- en el que los/as compañeros nos afanamos por las preguntas de un porvenir que ya estaba encima y la respuesta no se encontraba; de ahí que sacáramos una carta. Una reflexión para los que se iniciaban en Filología Hispánica en la Universidad Complutense. Qué alegría al encontrar entre las notas una hoja escrita por los dos lados con el título: «Carta abierta de los alumnos de 5º de Literatura de la Facultad de Filosofía y Letras de la universidad de Madrid (Complutense) al resto de nuestros compañeros, profesores, y opinión pública». Una carta extensa que comenzaba: «Hace ya cinco años, iniciamos aquí, en esta Facultad de Filosofía y Letras, nuestros estudios, con no pocas esperanzas y no ausentes los recelos. Hoy, al cabo de los cinco años, desaparecieron las esperanzas, y los recelos se convirtieron en certezas: lo que pacientemente hemos aprendido en tanto tiempo queda diluido en la inoperancia de todo aquello que es ajeno a la cultura y a la vida«. No voy a detallar los pormenores porque son muchos. Solo recojo las cuatro últimas líneas: «Dentro de poco habremos dejado, no sin alegría, esta Facultad. Muchos empiezan ahora sus estudios en ella, con no pocas esperanzas y no ausentes los recelos. A ellos, y a todo aquel que se sienta copartícipe de este asunto de la cultura, nos dirigimos. El problema es de todos».

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Atrás quedó el Barroco y apenas el siglo XVIII fue antorcha docente. Como contraposición nos esforzamos en el airado, tumultuoso, convulso siglo XIX, como si fuéramos partícipes de un siglo, todavía vivo, para la posteridad. ¿Qué aura desprendía para que nos afincáramos en las lecturas como si fueran nuestras y su atracción nos hicieran partícipes? Lo social era una flor que deseaba reventar. La distorsión no cabía y había que indagar la huella en los diversos géneros literarios. La propuesta nos parecía excelsa al leer la programación. Pronto los aires sublimes fueron desperdigándose.

Un hecho quedó en mi mente, tal vez, porque el profesor se esforzó más ese día con la fuerza de que lo sentía. Estábamos ante el más grande escritor que vieron los siglos después de Cervantes: Galdós. Siempre con respeto al todopoderoso Lope de Vega. La tríada Cervantes, Lope de Vega, Galdós son gloria nacional. Difícil que se repita. Galdós propende a la Historia porque es consciente de la semejanza entre el presente que le tocó vivir y una época anterior; de ahí surge La Fontana de Oro. E incluso apunta los motivos que le inclinaron a publicarla: «Me ha parecido de alguna utilidad en los días que atravesamos, por la relación que pudiera encontrarse entre muchos sucesos aquí referidos y algo de lo que aquí pasa; relación nacida sin duda de la semejanza que la crisis actual tiene con el memorable periodo 1820-23«. Estamos, por tanto, ante un servicio que presta a la nueva clase social en el poder con la novela La Fontana de Oro, recinto que perdura en la Carrera se san Jerónimo, esquina a la calle Victoria, de Madrid, que fue el club más concurrido , el más agitado, el más popular de los clubes, y en el que, hoy, puedes paladear un café irlandés, de lo mejorcito de la capital madrileña.

Los acontecimientos de 1868 proceden directamente del trienio liberal de 1820, y en esta ocasión no se puede fracasar. Pone en guardia a la revolución en el poder de los posibles excesos de la misma. La bipolarización realidad e Historia la amasa el novelista para pergeñar una relación entre el mundo real y el mundo ideológico para crear una novela; y conseguir que cada uno pueda ser lo que es con todas las limitaciones y sueños, siempre y cuando no perjudique a los demás. Galdós coadyuvó a engarzar el nacimiento de la novela española moderna con la turbulencia ideológica de la revolución de septiembre. Viene ser una historia humanizada al reflejar el ambiente de la política de aquella época en la que surgen la España que despunta y la España anquilosada.

Galdós se vale de una historia de amor: Lázaro y Clara, que representan la España floreciente. De esta formaba parte Galdós-acogió la revolución con cierto entusiasmo-. Al lado, la intransigencia política y social defendida por Elías y las Porreño. Su ideal consistió en hallar armonía social, política y humana que esté basada en la justicia.

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Ensayo

Estética de la Modernidad

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El comienzo del ensayo te anima a que descubras el pensamiento kantiano: «Según Kant, la Modernidad es la mayoría de edad de la Humanidad». Con esta aseveración tu mente va desbrozando las 318 páginas de que consta. La tarea es ardua y necesitas meandros que te ayuden a comprender todo el tratado hasta llegar a un breve epílogo por si quedas con dudas.

El hecho de que en el capítulo primero aparezca Shiller, contribuye al intento de comenzar con fuerza la lectura, y más cuando tiene como apoyatura «Sobre poesía ingenua y poesía sentimental»; aunque ya en la Introducción el autor había dejado caer los porqués de este libro, basándose en dos ensayos de Schiller: » Sobre la gracia y la dignidad» y «Sobre poesía ingenua y poesía sentimental» publicados en revistas entre 1793 y 1795. Inmediatamente te adentras en la dicotomía «derecha conservadora y la izquierda transformadora» como fronteras de una nueva sociedad para que los términos igualdad y libertad se desarrollen en tierra fértil; de nuevo, Kant nos advierte en «Para la paz perpetua», para que se consiga ese cambio globalizador, «la paz llegará cuando desaparezcan las monarquías», pág. 26.

Estructuralmente, el ensayo se compone de cinco extensos capítulos con los títulos Modernidad. Estética y paraestética. Estética de la Modernidad.. Simbolistas modernos. Categorías. El más amplio es el cuarto en el sobresalen nueve novelistas con «una serie de lecturas de obras de los autores en los que fraguó las lecciones de las secciones precedentes». Conviene leerse antes el Epílogo con el título «Un triple reto» para que sepamos con más identidad dónde nos hallamos.

Si los derechos humanos son capitales en lo que ha venido en llamarse era moderna, quiere decir que en aquellos en los que sean restrictivos o no existan, ¿no han entrado en la modernidad tal y como la entendemos? Si bien es cierto que lo humano es lo que nos acerca a la igualdad, dónde ponemos la libertad porque esta y aquella son esenciales para lo humano. La globalización nos puede unir e incluso instar para que la libertad también, donde no exista, se extienda, pero en modo alguno hay que prescindir del pasado; es un alimento si de esa forma conseguimos el bien. La herencia recibida hay que amasarla para una comprensión más certera. Sin entrar en el término belleza y si esta también es estética o parasintética, dependerá de cómo se articulan individualmente aunque haya formas en las que se inserten. Un ejemplo nítido es cómo se concibe la forma interior; cada individuo quizá lo atisbe de forma diferente. Por ejemplo, el poeta inglés Keats nos ha dejado la asombrosa frase «Beauty is truth, truth beauty» que ha conmovido tantos corazones. Y además nos insta a que profundicemos, que es lo único de debes conocer. Desde otra atalaya. Juan Ramón Jiménez mantuvo:: «Belleza que yo he visto / ¡no te borres ya nunca! / Porque seas eterna, / ¡yo quiero ser eterno!

Cuando el autor trae a colación el concepto de simbolismo y más cuando » es la estética moderna» nos recuerda a Galdós al legarnos » un lema que bien podría ser el lema del simbolismo, aunque ha sido leído en clave realista : Ars, natura, veritas«. El acierto es total. La literatura no puede quedarse solo en entretenimiento; si se concibe de esa forma no es literatura. Sí cabe la disidencia cuando hablamos del término «Modernidad estética». Exactamente igual cuando se piensa que las ideas humanísticas se inclinan a lo dogmático. La controversia es un dato que debe producirse para el crecimiento, para ese florecer de nuevas ideas en todos los géneros literarios. Me alegra que el autor haya puesto varios ejemplos de novelas de Galdós entre otros; los encuentro muy fructíferos, no solo en la novela de educación para acercarse al historicismo. Las prioridades en lo cultural o social sirven de apoyaturas para extender el amplio campo de la Modernidad.

Muy acertados son los «Simbolistas modernos». Los ejemplos son nítidos, sobre todo, si se han leído las obras de los diversos autores o parte de las que hace referencia, y en las que se destacan «vertientes humorísticas, herméticas e ensimismadas», pág.161. En cuanto a uno de los seleccionados, Luis Landero, percibo que tiene una cierta predilección por su arte de novelar, además por la «densidad de símbolos», que los/as lectores podemos reconocer. Incluso se hace hincapié en que casi todos ya aparecen en su primera novela Juegos de la edad tardía en la que nombra a «el hombre inútil e inmaduro, el libro esencial, el personaje diabólico, la educación, la magia y el misterio, el padre, la destrucción del idilio familiar, la ensoñación y el afán», pág. 245. Así como el cierre de la novela que viene a coronar lo escrito: la «reivindicación de la infancia como salvación». Sin obviar aspectos como «testamento o narración infantil». Estos símbolos son característicos del novelista extremeño en que lo cotidiano y sobrenatural o la lógica y lo absurdo brotan constantemente.

El último capítulo, el quinto, con el nombre de «Categorías»-idilio, viaje y costumbre- «han cumplido un papel en la tradición, otro en la historia premoderna y se han renovado en el mundo moderno». Entonces, la Modernidad es algo más que sincronía-diacronía. Los diversos géneros literarios han aupado esa tríada; es evidente que el viaje ha sido a lo largo de la historia descrito en la novela sobre todo, aunque comience » a ser un fenómeno cultural en el Neolítico», pág. 274. En la literatura se ha desarrollado en la aventura, como iniciación, en el humorismo, viaje moderno y como categoría estética. La diversidad ha contribuido en la historia a cimentar unas bases concretas. En cuanto al «idilio moderno», el autor defiende que «La Modernidad es un tiempo incompatible con los valores idílicos: la tierra natal,,, la familia y el trabajo agrícola o artesano», pág. 282. La identidad » que hunde sus raíces en la naturaleza» ha sido objeto de la creación literaria en sus diversos estados. Si nos referimos a lo bíblico cuando se habla de la «tierra prometida», es evidente, asombroso. Cuando leemos Campos de Castilla o Soledades de Antonio Machado nos sumergimos en el idilio poético, por ejemplo. Muchas páginas que nos ayudan a pensar, a ser nosotros en medio de la estética de la Modernidad,

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Beltrán, L., Estética de la Modernidad. Madrid, Cátedra, 2025, 318 págs,
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Teatro

El Teatro Español de Madrid. La Historia (1583-2023)

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«Este libro quiere ser un lugar de fácil acceso para la historia del Teatro Español…». Con esta idea comencé a leer todo un tratado más que didáctico del ensayo que acaba de publicarse en la editorial Cátedra dirigido por don Eduardo Pérez-Rasilla (ed.).

Son «los recuerdos de un teatro que permanece», frase que leemos en la última línea y página, después de una agotadora lectura que me ha hecho revivir algunas obras que vi representadas en este teatro mítico de Madrid en pleno centro llamado «barrio de las las letras», muy cerca también del no menos mítico Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid. Espronceda dejó su impronta que llevamos en la frente los socios del Ateneo: «A todos, gloria, tu pendón nos guía, / y a todos nos excita tu deseo: / apellidarse socio ¿ quién no ansía / y con las listas estar del Ateneo?» .

Trece capítulos y presentación conforman la historia del teatro, llamado en su origen «Corral del Príncipe», hasta hoy. La presentación es un diálogo entre la Directora artística del Teatro Español y el editor del volumen. La explicación entre los dos es nítida para acercarse a lo que fue y es el emblemático teatro en la famosa plaza de santa Ana. La «sensación de vértigo» con que es vista y descrita la historia del teatro hace pensar al lector/a que hay muchas cosas que con el paso del tiempo se han perdido-o se han olvidado-, pero que con la investigación desde sus orígenes nos hace hoy rememorar muchos hechos capitales del ya famoso Teatro Español. Y eso es lo que el ensayo pretende: que sea un libro de cabecera para entender y saber todo lo referente a la dramaturgia y su entorno; fijar lo que se ha descubierto. Propalar «una joya que estaba escondida, como en una pirámide». Se apunta que son casi cuatro años de investigación.

Al referirnos a este teatro, una de las representaciones que pervive con ahínco y de más éxito fue la representación de Electra de Pérez Galdós el 30 de enero de 1901. Pérez Rasilla ha rastreado todo lo que supuso el estreno y la importancia del teatro galdosiano anterior a 1939 ya que no estuvo sola esta obra en este período. El célebre estreno supuso un aldabonazo; la obra dramática se convirtió en un referente incluso ya en el ensayo general antes de su estreno como se recoge en La correspondencia de España citada por el editor: «…que Electra me parece no solo el mejor drama de Galdós, sino el mejor drama de todo nuestro teatro contemporáneo, y una de las obras más magistrales que en castellano se escribieron jamás», pág.432.

El frenesí y el entusiasmo se apoderó del público asistente y de la crítica. Resaltemos la del periódico El Dia al día siguiente del estreno: «El ilustre literato que es hoy una legítima gloria nacional, ha hecho más por la causa de la libertad y del progreso en una sola noche que toda una generación durante un cuarto de siglo de esfuerzos inútiles. Toda la prensa fue un clamor a Galdós como maestro literario«. Al final del estudio investigado se nos da cuenta de diversas reposiciones en 1913, 1929, 1937 y 2010, pág. 448.

En realidad, los trece capítulos desde el primero con el título «El corral de comedias del Príncipe» hasta el último «De lo efímero que permanece. Recuerdos del Teatro Español» constituyen un verdadero venero en el que se nos informa de una joya más que literaria que pervive en el corazón de todas las Españas. No hace falta solemnizar las palabras porque cada investigador/a ha sabido adentrarse en un santuario dramático y darnos a conocer hasta la más mínima brizna cultural. Hay hechos concretos que no podemos ladear como aquel 11 de julio de 1802 en que ardió completamente y hubo que reconstruirlo. Se abriría el 25 de agosto de de 1806. Por tanto se tardó cuatro años en la reconstrucción. Antes, llamado «Corral del Príncipe«, en 1744 se acordó la demolición, para construirlo en el mismo solar. Se inauguró en junio de 1745 con el nombre «Coliseo del Príncipe», para más tarde «Teatro Español» con que se conoce hoy. Este telar investigador se puede leer en los dos primeros capítulos, págs. 21 77.

El siglo XIX es recordado con dos adjetivos: «fascinante y abrumador», bien por las obras representadas como por los actores y actrices, teniendo como base no solo la prensa sino también los archivos consultados. En este mismo período la investigación se acerca al «disputado príncipe de los ingenios nacionales» como colofón al gran éxito del Teatro Español que supo mantenerse, incluso, ante las adversidades. Fue «garante de la pervivencia y el remozamiento tanto de los clásicos de los siglos anteriores como de los que ya empezaban a considerarse tales», pág.158.

Del siglo XX,ante la escasa bibliografía, la autora se decanta por los periódicos y revistas de la época para destacar los hechos primordiales. Los vericuetos nos dan ideas más que suficientes para entender unos años capitales en torno al Teatro Español, necesarios para comprender lo nimio y lo grandioso. Más que la voz de la autora, quiere que sea «el eco del pasado quien tome el rumbo para explicar qué pasó realmente…». Es de agradecer que al final de la investigación encontremos un cronograma del teatro.

Particularmente, me he detenido con esmero porque muchas personas hablan de oídas desde que Pérez Galdós es aceptado como director artístico del teatro un 11 de julio de 1912 a propuesta de Madrazo. El escritor canario-madrileño-santanderino pronto se vio envuelto en el posible estreno de El Embrujado en el Teatro Español que Valle-Inclán le pidió con insistencia-no olvidemos que le llamó en varias ocasiones maestro de habla y por escrito-. El escritor gallego no entendió que la empresa tenía más poderío porque, sobremanera, valoraba más los intereses. Ante el hecho de que su obra no se estrenaba, insistió una y otra vez. Cansado fue al Ateneo de Madrid a despotricar y como vino se fue. La autora recoge algunos de los pormenores en la página 177 y siguientes. El primer actor de la compañía dimitió y aludió que «la empresa no le deja estrenar para su beneficio El embrujado de Valle Inclán» ( El Liberal, 24 de febrero de 1913). Ante el enfado del autor gallego, Galdós respondió que «el señor Fuentes expresó su deseo de representar El embrujado, y así se hubiera hecho si Valle-Inclán no pretendiera que la actriz Matilde Moreno fuera sustituida por su esposa». Valle-Inclán no quiso entender las líneas que Matilde Moreno le envió: «en todo negocio teatral tienen que marchar de acuerdo los intereses artísticos y los intereses materiales». Estoy en desacuerdo con que Galdós fuera una marioneta. Galdós era el director artístico, pero primaban los intereses, es decir ganar dinero. Valle-Inclán se molestó porque esperaba una ayuda de Galdós, y eso no se podía hacer, ni siquiera el ayuntamiento pudo porque había un contrato. Cuando quisieron, de nuevo, proponer a Galdós, este no lo aceptó. Seamos serios, si tan buena era la obra El embrujado por qué tardó en estrenarse, y en el fondo Valle-Inclán no solo actuó como prestigio, también por intereses, que esto no se dice. Galdós ha dado prestigio al Teatro Español se mire como se mire. La dirección de Benavente quedó un poco oscura más allá de la certeza o no de lo que ocurrió.

Los siguientes capítulos, desde el sexto, contribuyen de manera certera a la importancia de un teatro y las obras que se representaron y otros hechos para insistir en la importancia del teatro desde la guerra. Así, entre 1936 y 1950 supuso «ruptura y una gran continuidad en el teatro de Madrid». De forma pormenorizada vienen las obras que se representaron por temporada. A partir de 1950 es otro el teatro que acoge el Teatro Español, con especial significación a finales de los años cincuenta, pero es a partir de los años sesenta cuando el vuelco es total tanto del extranjero como del español. Lo estético y lo político se amasa más y los/as espectadores toman conciencia de forma notoria. Las señas de identidad que dejó el teatro en este período siempre reverdecerán; como se destaca: el «talento que entonces se desplegó en todos los ámbitos de la creación escénica», pág.253.

Con el título «Vida desde las cenizas (1979-2022»), la investigación más extensa, comienza con el incendio que destruyó el teatro el 19 de octubre de 1975, que «durmió algo más de cuatro años»; son años en los que no hubo certezas para una pronta recuperación, aunque ya el cambio socio-político llamaba a la puerta; eran muchas cosas que había que hacer y con otras orientaciones. Las elecciones de 1979 contribuyeron a otras formas y en este momento se erigió la figura de Tierno Galván como alcalde de Madrid. La cultura se contemplaba desde otro mirador y el teatro no podía quedarse parado. La temporada 1980/1981 fue como una explosión cultural. Destaquemos, entre muchas, cuando llegaron al Teatro Español producciones del Teatre Lliuri de Barcelona en diciembre de 2006. O el estreno de las Naves del Español-antiguo matadero-. Forman parte del Teatro Español, a bastante distancia. El no hay billetes fue una expresión, casi siempre, en ambos sitios. Son muchos aspectos estelares que anidan y que el investigador nos ha otorgado para que nos recreemos con la lectura serena, apacible.

«La huella del Español en la ciudad» contribuye a un conocimiento del entorno en el que está construido «con todo los condicionantes que esto implica»- pág.371-, aunque algunos de los hechos ya han sido rememorados en capítulos anteriores. Se destaca «Corral de comedias», «Coliseo a la italiana», «Incendio y reconstrucción», «Epicentro cultural», etc. Conviene, también, leer una breve estampa del cronista oficial de la Villa siempre tan cercana a los acontecimientos fundamentales. Me ha llamado la atención por su singularidad el hecho de que aun no se ha podido realizar que el tráfico continúe por la puerta del teatro («El tráfico sigue discurriendo…», pág.391). También contribuye a resaltar la zona «un paseo histórico – anecdótico» por sus calles, y cómo no, la majestuosa plaza «Santa Ana» y las tan nombradas por Galdós como «Plaza del Ángel» o «De la Cruz».

Sin lugar para la duda, estamos ante un libro necesario para conocer los pormenores del gran Teatro Español con tantas luces que prosiguen no solo en sus paredes sino en el «miajón» de las obras representadas, hagámoslo posible.


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Pérez Rasilla, E. (ed.), El teatro español de Madrid. La Historia (1583-2023). Madrid, Cátedra, 2023, 464 págs.

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Ensayo

Razón en vena

La contraportada del libro es significativa: «Estas conversaciones aprietan los afanes y quebrantos de un filósofo español que ha visto mucho y sabe demasiado como para contarlo todo». Si a esto añadimos que su pensamiento está sustentado en don Marcelino Menéndez Pelayo, Ortega y Gasset y Pérez Galdós, no puede ser otro que don Agapito Maestre Sánchez, catedrático, filósofo, escritor, tres licenciaturas entre las que destaca su Doctor en Filosofía con su tesis: La teoría crítica de la sociedad como reproblematización de la sociología del conocimiento, y actualmente imparte docencia en la Universidad Complutense de Madrid de Filosofía Moral.

Con este bagaje que te apabulla, he leído con miramiento su sapiencia en estas conversaciones con Jorge Casesmeiro Roger. No es para menos cuando ya en la introducción se nos avisa: «los libros de Agapito no se abren, se descorchan y embriagan», p. 11; y por si había alguna duda en la página siguiente se le denomina «miliciano de la inteligencia española». ¿Qué haces ante tanto? Solo queda un camino: enfrascarte en la lectura de los cinco capítulos ( «Sobre la razón apasionada», «Ser independiente o no ser», «Lecciones de radiovitalismo», «El fracaso de un maestro», «Memoria no es historia»). Finalmente un «Epílogo dialogado». Los muchos libros, que asciende a más de cuarenta y como estrella: Ortega y Gasset. El gran maestro, 2019.

Antes de comenzar la lectura de su faro, como es El gran Maestro, conviene leer la contraportada del ensayo; el comienzo es nítido: «Este libro nos sitúa ante una alternativa ineludible: o reconocemos que Ortega ha superado fórmulas filosóficas, intelectuales y políticas inservibles para construir una nación democrática o, por el contrario, seguimos instalados en la ideología que lo convierte en un pensador sospechoso de haber caído en todos los males del progresismo o del conservadurismo». Los tres apartados en que se configura el ensayo es una prueba lúcida de por qué su título. Solo resta, leerlo; pero antes Razón en vena para poder entender su magisterio, su simiente.

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Casesmeiro Roger, J., Razón en vena. Conversaciones con Agapito Maestre. Madrid, Unión Editorial, 2020

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