Novela

La sombra de Pérez Galdós

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Alegría enorme ante esta publicación en Letras Hispánicas- Cátedra-. Da igual que se denomine novela corta, ensayo anovelado o cuento novelado-cuento largo- como el autor lo encajó en su momento (en el prólogo apunta: «veinte años próximamente después de La sombra escribí ´Celín´, que pertenece al mismo género», pág. 92). Es el primer Galdós ( «…mis primeros pinitos…, en el pícaro arte de novelar»), que con el paso del tiempo se convertirá en una de las figuras universales; el dicho, «después de Cervantes: Galdós«; esto ya lo aprendí en la escuela primaria; posteriormente, en la universidad: «el más grande escritor que vieron los siglos después de Cervantes». O Ortega y Gasset: «El pueblo sabe que se le ha muerto el más alto y peregrino de sus príncipes nuestro. Habrá un dolor íntimo y sincero que unirá a todos los hombres españoles ante la tumba del maestro inolvidable«. Pero no hay que quedarse con frases hechas, hay que leerlo; tampoco discutas con las personas que despotrican sin leerlo que estos abundan. Es más, quieren hacerse famosos con esa coletilla a costa de Pérez Galdós.

La contraportada te anima a su lectura cuando lees: «…perfectamente parangonable a otras figuras literarias de la talla de James, Turguniev o Flaubert». O el pensamiento cernudiano que ha quedado para la posteridad, entre tantos,: «Hay una trascendencia en Galdós de la realidad física a la metafísica, que comparte con otro novelista, con Dostoiesvski». Buñuel lo definió como el «Dostoievski español». María Zambrano fue más lejos al escribir: «ofreció transustanciada en poesía la realidad misma de España«. Se escribirían miles de páginas de los que se han postrado ante el escritor canario-madrileño-santanderino. Supo amasar, como nadie, ficción y realidad.

El editor con una «Coda» nos muestra el por qué del escrito galdosiano: …»la encomiable flexibilidad sintáctica que facilita la acusada musicalidad de las frases, la generosa contención que impide que el humor se deslice hacia la caricatura, y sobre todo la magistral economía en la creación de ambientes así como la extraordinaria densidad y carga expresiva de la luminosa prosa, convierten a La sombra en una apreciable opera prima que anuncia de manera indiscutible a un escritor moderno». Es decir, la novela como arte.

Tampoco seré yo, el que escriba el nombre de ese Premio Nobel-como relata el editor- que nos insta a: «hay que votar bien», como insinúa Molina Moix en la página 53. Pero sí he manifestado y escrito que ese señor o no ha leído a Galdós o no lo ha comprendido como han descifrado la crítica más exigente del ensayo que no ha mucho se ha publicado en el que podemos constatar errores y horrores. En mi «blog» escribí: «me aburre lo repetitivo del narrador que es el primer personaje que inventa un novelista y, claro, Flaubert-como si fuera el dios de la tierra-.» El editor le manda el siguiente recado: …»que sí hace acto de presencia este tipo de narrador e incluso de manera profusa, en La sombra se manifiesta una duplicidad de narradores…». El Premio Nobel se refería a que Galdós no estaba en la vanguardia y ponía en duda la modernidad de su prosa porque no entró en la narración omnisciente cuando es capital a la ficción moderna. Solo los que han leído detenidamente la prosa galdosiana se percatarán que el Nobel erraba en ese punto y en tantos. Si la crítica profusamente se ha decantado por el carácter omnisciente con hechos concretos en la prosa galdosiana no se puede entender ese pensamiento y otras formas dichas y escritas en ese ensayo superficial con que nos ha dado su visión mortecina que no conduce a nada, quizá solo a su desprestigio.

Poco importa que esta novela o cuento sea de «suspense o fantástica» o novela romántica, pero sí recalcar que estamos ante casi el primer Galdós. que con el paso del tiempo se convertirá, valga la expresión, en un caballero andante de la palabra, eso sí, adentrándose en lo más profundo del alma y sentándose en la morfología psicológica, que le servirá para adueñarse de la imaginación para construir un mundo en el que los personajes exploran todo su ser para dar rienda suelta «a la loca de la casa» en expresión de santa Teresa. Muchos años después esta imaginación se desbordará en Marianela. La observación es esencial, pero más lo es la imaginación; es en lo que nos agarramos en tiempos convulsos. El «soñemos alma soñemos» ventea toda la obra galdosiana sin que la expresión saber mirar disminuya.

En La sombra lo fantástico y lo costumbrista se aúnan para llegar a un cuadro que entraña dificultades si el lector/a no está atento al laberinto con que nos envuelve. La obra consta de tres capítulos y en cada uno de ellos hay diversos apartados en el que sobresale el protagonista llamado Anselmo y cuenta los hechos en primera persona. El otro narrador es anónimo, aunque guardan una misma identidad a pesar del desdoble. Se complementan a la hora de narrar la historia. Al advertirse la polifonía hay que estar más atento porque el protagonista narra su historia, pero al lado cuenta los hechos que le suceden con una imaginación desbordante; la creación se adueña del relato. Lo real y lo ficticio se dan la mano. Es una lucha entre los dos narradores que te convence de la verosimilitud de los hechos.

El carácter dialogal, según vamos acercándonos al final, es clarividente, asombroso («Calla, por piedad, monstruo-exclamé angustiado-. ¿Qué gran delito he cometido para tan gran tormento? La respuesta es elocuente: «…tú tienes la culpa, tú que me has llamado, que me has traído, que me evocaste con la fuerza del entendimiento y de tu fantasía»). Percibimos todo al aunar dos palabras clave: «entendimiento y fantasía». Con la misma fuerza le exige a Paris que le deje en paz. Ante el atropello mental exige la muerte («es peor que morir»). Con sensibilidad, inteligencia, sentimientos no es posible librarse de todo lo que acecha nuestra mente, solo es posible si nos convertimos en una «máquina automática». ¿Sueño o realidad? He ahí el dilema del que no es posible salir, nos avasalla («Le veo en tus ojos, le oigo en tu voz, está aquí»). Y para colmo del sufrimiento («…la sombra de todos los objetos me parecía su sombra…»). Es el desbordamiento de la imaginación que oprime; lo fantástico se apodera de nuestro ser. Es el poder de la inteligencia humana. En esto, Galdós fue un maestro, hasta Menéndez Pelayo lo tuvo en cuenta a decirnos que Galdós supo explorar «los subterráneos del alma». Tal vez como nos muestra Sáinz de Robles » sin quererlo ni saberlo creó la novela freudiana en España», pág.58.

No sé si se puede llamar «trastorno mental» lo que nos presenta Galdós o es algo más en esa poderosa imaginación unida a la hondura psicológica que hallamos en los personajes de La sombra. La dicotomía del personaje en todo el trayecto se vence («nada puedo contra ti«). Es mejor la andura errante que en vencer lo que es consustancial a la persona. ¿Pero con la huida nos despegamos de todo? He ahí el problema porque no es posible. Lo llevamos inherente: el dolor y la felicidad; el bien y el mal aunque nos provenga del espíritu. Hay que estar preparado para todo si quieres vivir; lo contrario no es desolación, es muerte; y entonces no hay vida.

Los diálogos con los suegros son de tal magnitud que hieren la sensibilidad, unido casi al final de ese amigo que venía a saber de su mujer; las lucubraciones atormentan a la imaginación del doctor Anselmo, es un suplicio que no le deja vivir. El recorrido por Recoletos, Castellana, Prado le obsesiona y se encuentra de bruces con la soledad. Ni siquiera la muerte de su mujer Elena le hace descansar, y encima le tildan de que él tiene la culpa por esos celos «que me inspiró ese hombre….», que le martirizaban. Las fuerzas del espíritu pudieron más: «…conoció que ese joven galanteaba a su esposa; usted pensó mucho en aquello…». Ante la insistencia dialogal explota: ya sé lo que quiere preguntar «si fue infiel o no», La respuesta no puede ser otra que: «Nada sé ni he querido averiguarlo; prefiero la duda». El doctor se sumergió en el silencio absoluto. Paris, Anselmo y Alejandro son tres personajes sacados del hondón de una persona en el que se debate la existencia humana. El misterio nos acorrala con tantas alucinaciones. Es la sombra que nos persigue. Galdós ha sabido penetrar en lo recóndito del ser humano. Cada lectura que se haga de esta obra nos conducirá a más interioridades. Nos preocupamos de tantas cosas que no nos ayudan a vivir, a ser felices.

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Pérez Galdós, B., La sombra, Madrid, Cátedra, 2023, págs. 198


Cantando sobre el atril by Félix Rebollo Sánchez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España License