¡Aleluya, para los/as desheredados de la fortuna, para los que es esquiva la felicidad, para los que añoran la cultura, para los que no pueden ser libres; para ti, también, que sientes la soledad acompañado/a y no hallas la tranquilidad necesaria en estos días de entrega, de dicha, de fraternidad, de alegría en constante comunión con los demás!
Creyente o no, respeta, y a ser posible recuerda lo que aprendimos de niños, al menos, en los pueblos, -desde luego, en el mío sí, enclavado en un cerro que además se convirtió en una puerta a la cultura-, el canto: «A Belén venid pastores que que ha nacido Nuestro Rey, envuelto en pobres pañales sobre pajas lo veréis»… Desgraciadamente, según las noticias que llegan, la Navidad no podrá celebrarse como se acostumbra en Belén; para todos/as paz. Y si te es posible rememora lo que tradicionalmente se llama «la misa del gallo» en la iglesia más cercana; de niño me encantaba, era a las doce de la noche. Sinceramente, es cuando más se llenaba el templo, incluso muchos se tenían que quedar en la explanada. Se vivía la Navidad.
Esta celebración pascual- la Natividad-, también, quiero hacerla extensible a las 204. 565 vistas en mi «blog» Cantando sobre el atril. Estas personas se habrán enriquecido de lo que escribí en mi salutación fruto de mis lecturas.
Me gustaría también ya que estamos en el año azoriniano leyeras el excelente artículo de Azorín, publicado el 24 de noviembre de 1896 en el periódico El País «La nochevieja del obrero». Tengas fe o no ahí caben todos.¡ Es Navidad! Alégrate.
Se necesitaba esta edición, aunque no sé si le hubiera gustado al mítico Sánchez Ferlosio su publicación a estas alturas. Estaba un poco harto de tanto como se decía de la novela; su éxito le sorprendió («A la vista de cómo han ido las cosas«); fui testigo en alguna ocasión. En concreto, yo admiré su prosa, era una delicia leerlo; incluso cuando se dedicó a lo lingüístico, lo tuve presente. Fue una voz crítica. Un inventor y renovador.
Conviene leer primero la amplia biografía con que nos obsequia el editor Mario Crespo; probablemente algunos aspectos ya se habrán leído; para mí, desde luego, son novedosos la gran mayoría, no su obra. La extensa introducción hace pensar que el editor quería abarcarlo todo, lo cual es de agradecer. No te asusten las mil trescientas sesenta notas; hay que tener tiempo y paciencia si quieres llegar a un conocimiento exacto. Al final, en tu mente dirás: este es el grande Sánchez Ferlosio más allá de los chascarrillos que suelen manifestar los que no leen.
¿Eran necesarios tantos datos biográficos?; yo creo que sí para disipar dudas de cómo su biografía está integrada en su obra, aunque al principio sorprenda que también se aluda literariamente a Industrias y andanzas de Alfanhuí, 1951; con el paso del tiempo dirá de la obra que «es mi única novela verdadera porque es un libro con espontaneidad, sin pretensiones», pág. 29. Es entonces, como lector/a, que estamos ante un ensayo distinto y necesario, y prosigues la lectura con más atención. Antes de llegar al desarrollo de El Jarama, pág.75, el editor se detiene y nos da a conocer hechos fundamentales de la vida del novelista: Aproximación bibliográfica a Sánchez Ferlosio, Escritores de los cincuenta, Industrias y andanzas de Alfanhuí, Revista española y neorrealismo, El Jarama premio Nadal y primeras ediciones, Altos estudios eclesiásticos, El testimonio de Yarfoz, El gran polemista.
Todas las flores que podamos recoger para Ferlosio son pocas. En la primera página se alude a las ideas que vertió otro gran nombre de la novela española: Miguel Delibes. Para el novelista vallisoletano está en la «inmortalidad literaria», y su obra «El Jarama se ha erigido en patrón de no pocos narradores que han ido apareciendo con posterioridad; esto es, ha hecho escuela». De ahí que podamos decir «es más que una novela», clave en un momento en que alboreaban otras formas de narrar en los años cincuenta.
Ochenta y nueve paginas dedicadas a la novela propiamente dicha parecen muchas, pero también podemos decir que todo lo que se diga es poco ante un referente primordial de esos años convulsos. Una vez terminadas, pensarás: la novela pervivirá para generaciones venideras. Toda se circunscribe a Ideas de Ferlosio sobre la narración. La crítica ante El Jarama. Redacción de El Jarama. El río Jarama. Tiempo. Temas, trama, anécdota. Estructura. Personajes. Muerte de Lucita. Radiografía del habla. Títulos en los que se recogen trescientas sesenta y seis notas a pie de página. No hace falta que se lean seguidos; se puede empezar por donde se quiera, pero es capital que se lean todos; son esenciales, abarcadores de una novela sublime, quizá única con lo que se propuso. La expresión «valioso documento lingüístico» revolotea por la mente, que no se alejará según vayas avanzando en la lectura.
El habla de los protagonistas nos sumergen en lugares en un tiempo con decires, modismos, sintaxis, apócopes, registros coloquiales, caracterizadores de las personas y épocas. La oralidad, la escritura, cobrará más importancia por el abundante diálogo. La radiografía de los personajes la veremos por cómo se expresan; lo coloquial adquiere la máxima cumbre lingüística. Ahí subyace el don de la palabra. Es la radiografía del habla en la que el oído cobra toda significación. La verosimilitud hecha realidad en boca de personajes diferentes. A esto habría que añadir «sus silencios» como ha distinguido la crítica.
Probablemente, el hecho de ahogamiento de la joven Lucita sea capital para muchos lectores de esa tarde de domingo, como si el tiempo no importara, como si el aburrimiento nos condujera a una tragedia. Disparate o no, como apuntó en su día el novelista, no podemos desprendernos de lo aciago en una edad tan temprana y cuando en ese tiempo lo que apetece es dar rienda al cuerpo, a divertirse, propio de la juventud. Caben todas las conjeturas para analizarlo. No se trata de destino existencial sino de que la muerte nos acecha y la naturaleza no da explicaciones. Es el final de una tarde que comienza con alegría y termina con tristeza que nos conduce a la fragilidad que poseemos. Es acción culminante. Tampoco podemos olvidar que las últimas líneas de la novela desprenden finitud cuando el río «…entra de nuevo en terreno terciario y recibe por la izquierda al Henares», y en Aranjuez «entrega sus aguas al Tajo», pág.758. Y ya pensamos que el agua tiene un final: la inmensidad del Océano Atlántico.
La tríada -prosa excelente, habla, lengua- forman un todo tan típico en la narración con que Ferlosio se descuelga; si las tres no se aúnan falta algo necesario. Lo narrativo se desvirtúa. Su pasión lingüística se deja entrever. La disciplina del narrador es consustancial con sus ideas más allá de lo que se trate o experimento que se quiera conseguir. Después de tanto tiempo, la lectura que hago de «Críticas a la novela», pág.86, en su momento, incluida la del autor al comentar que «ha sido un error», me extraña en las puertas del siglo XXI, quizá en lo que esté de acuerdo es que es demasiado larga para lo que pretendió el autor. Se obvia que fue muy leída-no lo digo por el editor que nos ha dado una excelente aproximación a la obra– por la crítica recogida en esta edición; por cierto, mucha la desconocía, de ahí mi sorpresa después de una relectura atenta.
Al final te quedas en lo que parte de la crítica recogió: es una nueva forma de novelar como si pusiéramos «una cámara cinematográfica» y de hecho cuando la terminas lo piensas. Ferlosio fue un gran renovador, queramos o no. Esta cristalización se dio como cimentada para ese momento, como la cúspide a la que había que llegar. Bien es cierto, como nos recuerda el editor, que pone en boca de Baquero Goyanes, que la objetividad basada en el diálogo ya Galdós la entrevió en sus novelas Realidad y Casandra, pág.96. El adjetivo «irrepetible», según Marsé, llenaba todo el espacio conseguido.
El todo fluye heraclitiano se hace realidad en la dualidad río-juventud; cómo esta, como el agua, se diluye en una tarde de domingo junto al río que será testigo del paso del tiempo para advertirnos de que el instante se nos escapa. El existencialismo se alza con una simbología en el que el río-lugar nos insinúa. El comienzo, al describir el río-«empezando por el Jarama», y el final- «y el ruido del agua sonando allá abajo en la compuerta se dejaba de oír súbitamente»- es revelador para todo lo que se pretendió con ese «pelotón de modorra» que se subraya con excelentes diálogos y frases atinadas en todo momento. Una verdadera obra artística con esa gente-los jarameros- que van «a bañarse en el río» para pasar los domingos.
———–
Sánchez Ferlosio, R., El Jarama. Madrid, Cátedra, 2023, 758 págs. Premio Nadal, 1955,