Con tarta de manzana incluida y en los tres idiomas escuché las notas musicales tradicionales en mi cumpleaños.
Celebración completa. Este canto va dedicado al día en que nací, 1 de marzo, en lo que coloquialmente denominamos “el cerro”, porque el pueblo Castilblanco (Badajoz) está como enclavado, sobre ese trozo de tierra elevado. Allí está como vigilante de lo que también se llama la Comarca de los Montes dentro de una geografía más amplia con el nombre de la popular “Siberia Extremeña”, nombre alto, sonoro y significativo. Desde el castillo se pueden divisar el círculo de montañas que jalonan un paisaje acogedor que enaltece el espíritu e invita a la meditación.
Del año 1272 proviene el nombre del pueblo. Aquí se asentaron los “Templarios”, y, probablemente el nombre del pueblo provenga del hábito de esta orden y el castillo que se constituyó en el montículo.

Este día ha quedado en mi memoria, transmitido de boca en boca, que llovió copiosamente en la madrugada, pero que con el alba se transformó en un día luminoso, esplendente. Mi madre fue asistida por el Doctor Seco, el practicante (hoy A. T. S.), y una vecina que hizo las veces de Comadrona. A buen seguro que a ésta y al Doctor, Dios les habrá reservado un lugar destacado en el reino de los cielos; del practicante no recuerdo nada especial, seguro que tendría virtudes. Siempre que pasaba por la puerta de mi casa saludaba y preguntaba por mí. Era una persona enjuta, bien vestida y con garrota.

En el Doctor observé, cuando ya tenía uso de razón, inteligencia, solidaridad, cultura, y una entrega a los demás poco común. En mi memoria han quedado para siempre muchas anécdotas y hechos. En Medicina era un especialista, que tal vez, si no se hubiera enamorado de la mujer más guapa y rica del pueblo─él había nacido en Cabeza del Buey (Badajoz)─, su nombre estaría esmaltado en letras de oro en Madrid, Barcelona, o quién sabe. Tenía su clínica en una “casona grandísima”, con olivar incluido. Aquí operaba con las técnicas más avanzadas por aquel entonces. Todos los días recibía revistas y más revistas, libros, cartas. El cartero se despojaba aliviado con su voz atronadora al pronunciar “Doctor Secoooooooooooooooooo”, cuando llegaba a la mansión del médico.
En varias ocasiones me comentó que Dios estaba en deuda con él, porque no cobraba a los pobres, y al terminar una operación, una visita, eran agradecidos con la frase “que Dios se lo pague”. Tampoco cobraba a los suyos-los ricos-, sería una bajeza, ¡cómo los iba cobrar, me decía! Estos solo decían gracias, y no siempre.
Esto sí que es ser cristiano. ¡Llevamos más de 2000 años de cristianismo y se nota tan poco! Ni siquiera en los que un día se consagraron, que libremente aceptaron ser alfareros de luz cristiana, faro, se les nota, y menos, todavía, en la jerarquía eclesiástica. Ojalá me equivoque, por eso, añándanse todas las excepciones y los “versos sueltos”, a esta opinión singular.